Hablábamos en nuestra anterior entrada de
esa incomodidad o melancolía generalizada en la vida, que pudiera ser
manifestación de la ausencia de una búsqueda de crecimiento personal o de un
estancamiento en esta búsqueda. A su vez
vimos algunas manifestaciones de esta realidad en la vida de pareja. Nos propusimos un primer ejercicio para
cuestionarnos cómo estamos viviendo.
Este primer ejercicio comenzaba con la pregunta, ¿cómo estoy usando mi
tiempo?
Ahora, nos proponemos un segundo ejercicio
de evaluación que comienza con otra pregunta: ¿puedes identificar algún “juego
mental” mediante el cual te engañas para no comprometerte con una vida de
crecimiento personal? Para que te
contestes esta pregunta te sugiero que puedas confrontarte, con honestidad, si
en efecto alguna (o varias) de las siguientes afirmaciones representan para tí
algún “juego mental” en el que estás inmerso(a) y que te impide tomar una ruta
de crecimiento personal:
1.
“Para qué hablar de mis
inquietudes, anhelos y preocupaciones personales si nadie me va a entender.”
Siempre me sorprendo cómo, cada vez que supero
mis reservas e inclinaciones a no exponerme y comparto un sentimiento personal,
la respuesta que recibo suele ser de empatía, identificación o solidaridad: “a
mí también me ha ocurrido como a tí”, “yo también me he sentido así”, “lo que
compartes me ayuda también a mí”. Aquí
la clave es identificar a alguien que sea honesto(a) y tenga la madurez y
sabiduría para la escucha. En el fondo,
tú sabes que conoces, no sólo a una, sino a varias personas así... entonces,
¡da el primer paso!
2.
“Si todo está bien, ¿por qué buscar
ayuda ahora?
Si hay algo que diferencia a una persona
efectiva de alguien que no lo es, es su capacidad para allegarse recursos, en
todo momento, por medio de la colaboración y ayuda. “No esperes que un hombre muera para saber
que todo corre peligro”, dice Joan Manuel Serrat. En nuestro caso decimos, no esperes a que una preocupación personal se convierta
en problema para entonces exteriorizarla.
Una buena conversación abierta, con alguien capaz de ayudarte, te puede
llevar a identificar esas áreas de crecimiento que tú no quieres que se
conviertan en el futuro en un problema para tí y tu relación de pareja.
3.
“No tengo tiempo para dedicarlo
a estas cosas ‘soft’”
En lo profundo sabes que ni son “soft” ni
careces de tiempo para atenderlas. A
manera de comparación, es bueno saber que hace mucho tiempo las organizaciones
de avanzada han superado ese menosprecio por las destrezas y capacidades que
por tanto tiempo llamaron “soft” y de poca importancia. Resulta que lo “soft” ha sido redescubierto
como crítico para el liderazgo organizacional.
Me parece que, a nivel de pareja, debe ser también superado, sobre todo
por el varón, ese menosprecio por las cosas pequeñas, no urgentes, pero
extremadamente importantes. Con respecto
a la falta de tiempo, son muchas las ayudas disponibles para mejorar las
destrezas de organización personal.
Utilízalas. Si hay algo verdaderamente
democrático en la vida es el tiempo: ¡veinticuatro horas para todos (ni más ni
menos)! Sin embargo, ¡qué diferencia
enorme hacen 24 horas en manos de una persona eficiente, efectiva e íntegra,
versus una que no reúne estas cualidades!
De todas maneras, te invito a que revises lo reflexionado en la anterior
entrada a este blog, relacionado al tiempo.
4.
“Me basta con saberme amado(a)
por mi pareja.”
Uhmmmm...
Siento tener que repetirlo una vez más: tu relación de pareja no podrá
darte aquello que te toca sólo a tí procurarte.
Una cosa es el perdón incondicional y la complementaridad de dones que
cada cual debe aportar en la relación de pareja. Otra cosa es la exigencia de comprensión y el
depender que el otro haga la parte que sólo a tí te toca. Pero sobre esto digamos algo más,
particularmente dirigido a los esposos.
Con alguna fecuencia observo cómo, el esposo,
suele injustamente depender de su esposa para que sea ella la responsable única
del bienestar afectivo de la relación.
No sé si es un rasgo más de nuestros países latinos, pero es una
tentación observable esta pasividad del esposo a la hora de alimentar los
espacios afectivos, de conversación, de comunicación de ternura e intercambio
de emociones en la relación de pareja.
Si bien es cierto que este rasgo es quizás una manifestación del
tradicional machismo, les confieso que no me da mucho optimismo los
acercamientos de ciertos sectores, dentro de las nuevas generaciones de
varones, en los cuales con frecuencia se confunde intercambio emocional y
afectivo con exceso de “zalamería” y falta de identificación viril.
Sea por una cosa u otra, la dificultad
sigue ahí: no puedes depender esposo, de tu esposa, para la alimentación
emocional de la relación. Menos aún, no
es posible que delegues en tu esposa tu crecimiento emocional. Un poco esa delegación se deja entrever
detrás de esta engañosa afirmación: “me
basta con saberme amado(a) por mi pareja”. Un reto grande que enfrenta la relación de esposos
hoy es el cómo lograr que tú, esposo, tomes las riendas de tu crecimiento
personal, intelectivo, volitivo y espiritual.
Entender que no basta con invitar a cenar a tu esposa para que se genere
ese ambiente relacional robusto, capaz de provocar que salga lo mejor de ambos,
desde la profundidad de sus emociones, pasiones y de la voluntad de amar.
A pesar de lo dicho sobre el esposo en
estos dos últimos párrafos, la pregunta inicial sigue en pie para ambos (esposo
y esposa): ¿puedes identificar en ti
algún “juego mental” que impide comprometerte con tu crecimiento personal? Si no es así, ¿cuál es el paso próximo que
vas a dar? ¿Cómo te vas a
comprometer? ¿Qué tiempo le vas a
dedicar a esta tarea impostergable en la que eres insustituíble?
Si aún no estás convencido(a), vale que
sigamos hablando (en una próxima entrada al blog) sobre cómo se manifiesta en
la relación de pareja una vida de crecimiento personal estancada y conformista.
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