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31 dic 2012

La confianza que destruye los miedos


Hablando sobre el miedo, decíamos que es la reacción natural que surge cuando nos enfrentamos a algún peligro en la vida... sea real o imaginario.  Es la reacción que nuestra mente emocional ha hecho evolucionar a través de los siglos y que hoy nos facilita, vivida en equilibrio y control, responder a tantos desafíos que enfrentamos, sean personales o en la vida de pareja.  De hecho, para la pareja, cada peligro, riesgo o amenaza es una invitación a crecer y caminar. 

Pero, cuando el miedo se sale de proporción, cuando deja de ser guiado por un mínimo de razón que lo mantenga en equilibrio, el miedo se transforma en ansiedad y la ansiedad nos lleva a conclusiones catastróficas.  Y una vez instalado allí, ¡qué difícil se nos hace confiar y creer en el otro!  ¡Qué difícil creerle cuando nos dice que no hay porqué estar ansiosos!  Y si ese otro(a) es tu esposo(a), ¡qué difícil es no reaccionarle sintiéndonos acusados(as)!

Ciertamente, el miedo desproporcionado (la ansiedad) es ocasión para múltiples roces y desaveniencias matrimoniales.  Es como un ladrón que nos quita la capacidad y libertad de mirar con objetividad aquel pedazo de verdad sobre un evento que nos describe el(la) esposo(a).  Cuando ya la ansiedad se ha apoderado de nosotros, frases como las siguientes suelen desesperarnos aún más: “no lo mires así tan grave, si es sólo...”, “¡cálmate!, ya verás que...!”, “no exageres que te vas a desesperar y entonces sí que me vas a descontrolar a mí...”.  Si alguna de estas frases es dicha por tu esposo(a), luego de años de habértela repetido... o si es dicha con ese “dejo” de incomodidad que suele mostrar quien evidentemente no te está comprendiendo, ¡más desesperación te llega!

No obstante, ser efectivos en el manejo del miedo y la ansiedad implica más un trabajo interno, personal.  Aquí comparto contigo algunas propuestas de reflexión.

Muy a pesar de lo que hayas creído sobre tí durante la mayoría de los años de tu vida (si es que no ha sido positivo), debes afirmarte y confiar que posees las mismas capacidades que cualquier persona promedio posee para enfrentar los retos de la vida.  Esto se llama eficacia personal y es uno de los componentes básicos de la autoestima.  No es que tengas contigo todas las respuestas a todos los retos de la vida.  Pero sí posees todas las capacidades necesarias para llegar a conclusiones y respuestas adecuadas ante cada una de estas situaciones que son ocasión de peligros y por ende, nos atemorizan.  Tus respuestas catastróficas pueden ser sustituídas por respuestas más a tono con la realidad, ¡sólo si superas esos primeros síntomas de desespero y miedo desbordante!  Sé que no es tan sencillo como decirlo, pero por ahí se encuentra la ruta correcta de manejo del miedo antes de que se convierta en ansiedad.  Una verdad que puedes afirmar en tu interior para que te acompañe durante todo tu día es la siguiente: ¡Mis miedos irán disminuyendo proporcionalmente a la confianza que vaya ganando en mis propias capacidades! 

Si eres creyente, esto es afirmarte en Aquel que te creó capaz de construir una vida en el amor y la felicidad, a pesar de tus dificultades y límites.  Antes que el miedo te desborde... antes de que te veas sumergido(a) en la desesperación clamando al cielo para que Dios te ayude, ¿por qué no afirmar que muchas de esas respuestas que esperas del cielo ya Dios las puso en tí... dándote las capacidades que posees?  ¿Por qué no confiar más en ellas?  Qué diferente es postrarse y clamar al cielo después de haber dado todo lo que puedes dar, confiando en las capacidades que Dios te dio, ¡y no antes!  Clamar antes pudiera ser una manifestación de desesperación.  Hacerlo después pudiera convertirse en el acto de mayor confianza en un Dios providente.

Otras sugerencias para el manejo de los miedos, sin ningún ánimo de elaborarlas aquí, son:

·         No caigas en la tentación de crear “rituales” para manejar tus miedos (por ejemplo): “si me tomo esta pastilla de seguro que...”, “un chocolate en la tarde es lo único que me baja el estrés para poder enfrentar al jefe”.  Los rituales suelen esconder y complicar aún más los miedos.

·         No alimentes pensamientos obsesivos.  Con respecto a la vida de pareja, aplica aquí todo lo que en una entrada anterior hablamos sobre las etiquetas. 

·         Confía, confía, confía...  en Dios, en tí, en los demás, comenzando por tu esposo(a).

Prueba reflexionar y tomar compromisos basados en estas ideas.  Aún cuando el manejo del miedo es un esfuerzo mayormente personal, los demás te lo agradecerán tremendamente... comenzando por tu esposo(a) y tus hijos.  

13 dic 2012

¿Por qué me empeño en creer lo improbable?


Hemos dicho que los pensamientos distorsionados, que no responden a la realidad, producen emociones distorsionadas e inadecuadas que igualmente se alejan del mundo de lo real.  Pero en el caso de los sentimientos, éstos tienen la fuerza de tornarse incontrolables, desproporcionados y por ende, dañinos a nuestra salud emocional.  En esa misma medida, pueden ser dañinos también a tu mundo de relaciones... aún las más cercanas: tus padres, hijos... o tu esposo(a).  En la entrada anterior tomamos un primer ejemplo cuando hablamos de la tristeza desproporcionada.  Esa que puede llegar a quitarnos el entusiasmo y la alegría por la relación y vida de esposos.  Les propongo ahora mirar otro ejemplo. 

Sucede que la vida de pareja está construída sobre riesgos, luchas e incluso peligros.  Basta llevar poco tiempo de casados para experimentar cuántos riesgos y peligros: las dificultades económicas, las primeras incomprensiones mutuas verdaderamente significativas (esas que aún luego de la reconciliación te dejan con una profunda sensación de que en algún otro momento volverán a aparecer, ¡y en efecto reaparecen!).  Pero luego también vienen los hijos, las tensiones cuando se enferman.  Quizás uno de los cónyuges vive con mayor aprensión cada signo de malestar o enfermedad del niño y comienzan las diferencias en la valoración de cada dolencia: “¡hay que correr al médico, no se ve bien, está en peligro!”.  Mientras el(la) otro(a) le contesta, “pero si sólo está llorando porque está cansado”.  Pero también ese miedo puede ser por tu propia salud, o la salud de los padres que por razones lógicas ligadas a la naturaleza, se va deteriorando. 

Hago este catálogo de peligros y riesgos que se enfrentan en la vida de casados, pues no con poca frecuencia el vivir estas experiencias puede llegar a ser ocasión de distancia en la relación misma.  Cuando se enfrenta un miedo en sus dimensiones proporcionadas, esta misma emoción (el miedo) nos prepara para la lucha necesaria que nos llevará a vencer el peligro que la ocasiona.  Siendo así, cada peligro que una pareja enfrenta es una ocasión para madurar, crecer y ganar la confianza de saber que juntos somos capaces de perseverar y vencer.  Así, cada victoria sobre cada peligro, se convierte en signo de una fuerza que juntos poseemos.  Una determinación que se convierte, con el tiempo, en el sello de distinción para la pareja que, en virtud de lo que va logrando juntos, se siente cada vez más unida.

Pero, ¿qué sucede si esos peligros y riesgos normales en la vida de pareja uno (o ambos) de los cónyuges los vive con aprensión desproporcionda?  Hago la misma pregunta con un ejemplo: ¿qué sucede si tú, esposa y madre, no logras mantener en el plano de la realidad la salud y los peligros normales a los que se enfrenta un hijo?  O hago la misma pregunta con otro ejemplo: ¿qué sucede si tú, esposo, ante las dificultades económicas, te paralizas al punto de no poder funcionar con normalidad?  En ambos casos la respuesta es la misma: el miedo se convierte en ansiedad y la ansiedad te lleva, normalmente, a conclusiones catastróficas.  Te propongo que revises la siguiente lista de conclusiones catastróficas provocadas por la ansiedad y te preguntes si anteriormente has llegado a alguna de ellas:

·         “nunca lograremos salir a flote económicamente”
·         “si el niño tiene esos síntomas, de seguro que es por una enfermedad muy seria”
·         “no me siento bien de salud, seguramente por algo muy grave”
·         “si dejamos a los hijos solos en la escuela se dañarán... perderán los valores que les hemos enseñado en casa”
·         “tener otro hijo será nuestra ruina económica”
·         “no podemos dejar ir a la niña a ese viaje de deportes... ¡y si tiene un accidente!”
·         “si no hago lo que mi madre me dice de seguro la haré sentir tan mal que será fatal para su salud”
·         “si mi esposa trabaja fuera mis hijos sufrirán unas carencias que los marcarán por el resto de sus vida”
·         “si mi esposa se queda con los hijos en casa no sobreviviremos económicamente”

Vean que cada una de estas conclusiones no son necesariamente imposibles o irreales.  El mal aquí radica en llegar a ellas a partir de circuntancias que no están presentes en el momento.  El problema es llegar a ellas por una valoración desproporcionada de la realidad actual o previsible.  ¡Y ahí radica su gran peligro para la relación!  En la medida que le das más peso a una amenaza desproporcionada sentida por ti que a la valoración más equilibrada que recibes de tu cónyuge (o alguna otra persona con mayor equilibrio ante la situación), pudieras comenzar a experimentar una cierta lejanía con respecto a él(ella).  Como consecuencia te inundarán justificaciones inconcientes y solitarias: “es que no me entiende”, “somos diferentes”, “es que él(ella) es un(a) desinteresado(a) y poco atento(a)”, “es que soy yo el(la) que tiene que preocuparse, pues ella(él) siempre ha demostrado poca sensibilidad por estas cosas”.  Mientras, tu esposo(a) pudiera, poco a poco, llegar a cansarse de ver tus reacciones ansiosas, desproporcionadas y catastróficas: “ya yo la(lo) dejo”, “no tiene remedio”, “que siga con su preocupación, yo no me voy a enfermar por culpa suya”.

Me parece que lo tocado hasta aquí es sumamente delicado y sensible.  No osbtante, si en algo describe tu realidad de pareja, ¡no hay porqué llegar a conclusiones catastróficas!  En una próxima ocasión podemos comenzar a proponernos caminos de salida a estas trampas emocionales.  Desde ya podemos decir que en la pareja, así como en la vida misma, cada peligro, riesgo o amenaza, es una invitación a crecer y caminar.  O como queda expresado en la siguiente cita (que algunos atribuyen a A. Einstein): “acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”

1 dic 2012

Entre pérdidas y tristezas

Etiquetas, culpabilizaciones, quedarnos en lo negativo...  Como hemos visto, éstos son indudablemente pensamientos distorsionados que se presentan en tí, esposo o esposa, pudiendo convertirse en dificultades o barreras que se interponen en tu relación.  Dificultades que pueden impedir una comunicación más transparente, abierta, sosegada y RECONCILIADORA.  Barreras a esos accesos tan propios, específicos e íntimos de la pareja, donde se construyen solidaridades, colaboraciones y fidelidades, a partir de las pobrezas y LOS LIMITES de ambos.
Demos ahora un paso más...  Digamos  también que los pensamientos distorsionados, que no responden a la realidad, producen emociones distorsionadas e inadecuadas que igualmente se alejan del mundo de la gente real... de “carne, hueso, nervios y neuronas”.  Y aquí hay un elemento clave para entender qué hace distorsionado o inadecuado un sentimiento.  Es un punto crítico, importante, determinante, crucial...  Pasarlo por alto pudiera significar afectar negativamente el ambiente o fluidez de tu relación con tu esposo(a).  ¿Cuál es ese elemento o punto determinante?
Pues sucede que la fuerza de los sentimientos tiene una peculiaridad que tiene que ser considerada: una vez desatada, ¡puede tornarse en incontrolable!  Por eso, para que una emoción no llegue a “arrestar” las fuerzas de tu razón y voluntad, debes “atajarla” a tiempo en el cerebro.  Debes intervenirla con la razón y determinar antes su valor y nivel de importancia relativa.
Tomemos en esta entrada de blog un primer ejemplo.  Hablemos del sentido de pérdida.  En nuestra vida emocional, el sentido de pérdida de algo valioso suele producir tristeza.  Si pierdo un objeto de alto valor sentimental es natural que me sienta triste.  Si pierdo a un ser querido, aún con más razón.  La pérdida como experiencia vital suele provocar en nosotros, a nivel emocional, reacciones de tristeza.  Pero, ¿qué sucede cuando ese sentimiento de tristeza sale de proporción?  ¿Qué sucede si no intervengo a tiempo para mantener bajo una valoración real, proporcionada y relativa esa pérdida?  Los expertos han podido ponerse de acuerdo para denominar una tristeza descontrolada y extendida con un nombre muy común en estos días: depresión.
No nos queremos detener aquí en tantos aspectos relacionados con esta dura realidad.  Sí me interesa que pienses en cuánto un sentimiento de pérdida descontrolado puede afectar la fuerza, fluidez, constancia y alegría en tu relación de esposos.  Te invito a mirar lo siguiente.  ¡Cuántas pérdidas se van acumulando a lo largo de una relación de esposos!  Lee con detenimiento la siguiente lista.  Puede que te sientas identificado(a) con alguna de estas pérdidas.  Veamos... quizás he perdido en mi relación esponsal (o por “culpa” de esta relación):
·         Mi libertad de hacer las cosas a mi manera
·         Cantidad de tiempo para estar con mis padres
·         Algunos bienes materiales a los que antes estaba acostumbrado(a)
·         Un peldaño más en mi carrera profesional
·         Mi “verdad” en la mayoría de las discusiones con mi esposo(a)
·         La ilusión de un hijo que no hemos podido tener
·         El ideal que tenía de tí, esposo(a)
·         ¡LA ESPERANZA DE QUE CAMBIARAS Y FUESES (como dice JM Serrat) COMO SIEMPRE TE IMAGINE!
¡Cuántas pérdidas!  Sin embargo, no es la pérdida el factor crucial para que quizás ya no haya ilusión en tu relación.  Lo crucial es que te puedas hoy preguntar, ¿alguna de esas pérdidas es imprescindible para tu felicidad?  ¿Es imprescindible para la felicidad en tu relación?  ¿Cuál es el balance final en tu relación?  O quizás ya conviene que te hagas la pregunta crucial: ¿hay algo que has puesto como requisito imprescindible para tu felicidad conyugal QUE VA POR ENCIMA DE TU ESPOSO(A)?
Recuerdo que hace unos años ofrecía unos talleres de capacitación para un grupo de maestros de escuela.  Uno de ellos, medio en broma y medio en serio, me dijo: “¡la escuela sería un lugar extraordinario y feliz para trabajar si no fuera por los estudiantes!”  Pensar en esto de las pérdidas me hace recordar esta anécdota, porque así también pudieramos estar nosotros afirmando o viviendo algo similar: ¿alguna pérdida como las anteriormente listadas (o una similar a éstas) ha provocado que sucumbieras a una tristeza desproporcionada que te ha robado la alegría e ilusión de estar con tu esposo(a)?  ¿Tienes algún sentimiento de pérdida en tu relación que te impide redescubrir la alegría y profundidad de la relación misma?  Parafraseando a este maestro de escuela, ¿piensas que tu matrimonio sería feliz y reluciente si no fuera por tu esposo(a)?
La invitación es a que reflexiones sobre estas cosas.  A veces dejamos de ver el bosque por estar distraído mirando los árboles.  Detrás de esta reflexión puede que te reencuentres con tristezas desproporcionadas que no detuviste a tiempo en tu mundo emocional y que hoy te mantienen en un estado de “sosera” afectiva en tu relación con tu esposo(a).  Date cuenta a tiempo.  Estas “soseras” suelen ser muy dañinas y traicioneras.  Son las que hacen que luego de algunos años de relación (sobre todo si ya los hijos han crecido) de momento sientas que ya no hay una alegría ni chispa particular que te impulse a seguir compartiendo la vida con tu esposo(a). 
¡No des espacio a sentimientos de tristeza desproporcionada ante las pérdidas que vivas en tu relación!  La trampa aquí es que terminarás culpando a tu cónyuge por esta desazón, cuando realmente has sido tú quien ha aceptado darle paso a la tristeza.  Esa tristeza extendida que te hace olvidar el gran don y regalo que es el poder compartir la vida con alguien que, dicho sea de paso, siempre será para tí una invitación a ser cada vez más generoso(a).  Siempre será para tí, esposo(a), una invitación a que renuncies, por amor, a tantas cosas que quizás aún hoy consideras que son tus pérdidas.

17 nov 2012

Ni totalmente culpables ni únicamente víctimas

Quisiera añadir uno más...  Sí, me refiero al tema que hemos venido tratando aquí sobre los pensamientos irracionales y su impacto en la relación de pareja.  Y digo uno más con la conciencia de que éste, del cual queremos hablar ahora, no puede quedar fuera.  Es quizás uno de los pensamientos más traicioneros pues compromete, no sólo nuestra felicidad, si no también nuestra libertad.
Dime tú, que lees esto, ¿no te has visto tentado(a), al menos en una ocasión (o posiblemente muchas) de culpar a tu esposo(a) por algún sufrimiento experimentado?  ¡Ahhhh!  Me refiero a esos pocos o muchos momentos en que toda tu alegría ha ido a parar al suelo porque tu esposo(a) hizo algo que te hirió.  No recuerdo exactamente el origen de la siguiente frase (creo que se le atribuye a Eleonor Roosvelt) tan pertinente a lo que aquí decimos: “nadie puede herirte sin tu consentimiento”.  No obstante, ¡con cuanta frecuencia consientes en sentirte dañado, dolido, sufrido o vejado por una actitud, comentario o gesto de tu esposo(a)!
Aquí no me refiero a lo que podemos considerar daños reales y de magnitud, como lo pueden ser una infidelidad o agresión seria.  Sí me refiero a esas muchas veces en que una diferencia, una “mala costumbre”, un límite o una manera de actuar de mi esposo(a) me es intolerable y le he puesto ya la marca de insoportable.  Con demasiada frecuencia culpabilizamos y convertimos una diferencia o incomodidad en una condición intolerable.  El peligro aquí radica en que, por esta costumbre de culpabilizar al cónyuge, voy añadiendo desazón y tensión a la relación.  Con sinceridad respóndete, ¿es realmente culpable tu cónyuge de tu intolerancia a los errores?  O por otro lado, ¿cuán culpable realmente es él(ella) de sus debilidades o límites personales?  ¿De momento se te han olvidado todos aquellos límites que conociste durante el noviazgo y que juraste superar?  ¿Por qué hoy aparecen como elementos causantes de tu infelicidad?
¿De verdad piensas que por culpa de sus padres tu esposo(a) es como es y no tiene remedio?  Quizás le has dado demasiado poder a ese rasgo de su persona como para que sea razón de tu indignación descontrolada.  Que haya llegado a la casa habiendo comprado algo de alto costo sin haberlo consultado contigo no es bueno... ¿pero le adjudicas una culpabilidad capaz de arrancarte la alegría y la posibilidad de solucionar el asunto?  Normalmente la culpa nos ciega y hace que veamos todo mucho más grande de lo que realmente es.
Su temperamento encerrado, su no querer acompañarte a tus actividades, su desapego a los asuntos de los hijos: ¿de verdad que son motivos como para culparle de tu infelicidad y por consiguiente, razón como para desear terminar una relación?  Me parece que en gran medida este pensamiento irracional que nos lleva a culpabilizar a el(la) otro(a) es una trampa que captura lo mejor de nuestras energías mentales y emocionales que, por consecuencia, no pueden ser utilizadas para buscar una solución.  ¡No te permitas entrar en esos callejones sin salida que surgen cuando culpas a tu cónyuge y te pones en posición de víctima! 
Te invito a que reflexiones sobre qué realmente has ganado cada vez que te ves como víctima y a tu cónyuge como culpable ante una situación determinada.  Recuerda, nadie puede herirte sin tu consentimiento.  Si una serpiente mortalmente venenosa te mordiera, ¿sería sensato irte corriendo tras ella para descargar tu coraje y culparla de tu eventual muerte?  Lo sensato sería que te detuvieras y buscaras ayuda para poder extraer a tiempo el veneno.  No permitas que tu relación de esposos funcione con esta lógica de culpabilización que impide a ambos detenerse y eliminar de ella aquello que la envenena.  

7 nov 2012

¿Me casé con una etiqueta o con una persona real?

Hablábamos de pensamientos irracionales... Aquellos a los que les hemos dado espacio en nuestra manera habitual de pensar.  Aquellos que son provocados por una palabra, una imagen, un gesto, una impresión.  Los que a lo largo de nuestra historia personal hemos ido incorporando a nuestra manera de reaccionar ante los acontecimientos, pero que al día de hoy no representan una manera sana y madura de responder.

Pues resulta que, entre otros muchos pensamientos irracionales, con frecuencia ponemos etiquetas a nuestros(as) cónyuges.  ¿A qué me refiero?  Para explicarlo, hago referencia a un ejemplo de mi juventud.  Sucede que siempre he disfrutado las habichuelas (frijoles) que prepara mi amada madre.  Un día (y sólo por falta de apetito) le contesté con mucha naturalidad que no a un ofrecimiento que me hizo de añadir habichuelas a mi plato.  Por meses no pensé en esa situación, hasta que comencé a percatarme de que no me ofrecía más habichuelas en la cena.  Luego de cariñosamente reclamárselo, me contestó: "es que a tí no te gustan las habichuelas".  Entonces recordé aquel único día en que le había dicho que no, versus los muchos días en que me las había disfrutado.  

Tomo esta sencilla experiencia con mi querida madre para invitarte a que como esposo(a) te preguntes, con mucha honestidad, algo un poco más comprometedor.  ¿Has definido rígidamente algún rasgo de tu esposo(a) a partir de un detalle aislado o aspecto parcial de su comportamiento?  Con frecuencia solemos etiquetar a nuestro(a) esposa(a): "es que eres muy desorganizado(a)", "no te gusta hablar ni compartir en familia", "siempre tan serio(a)", "no te gustan los trabajos de la casa", "eres tan metódico para todo".  No se trata de negar que, en efecto, solemos tener conductas que nos hacen tender a comportarnos de una u otra manera.  Aquí me refiero a cuando etiquetamos, catalogamos de manera rígida, un rasgo del cónyuge que nos permite ahorrarnos el resfuerzo de estar siempre atento a cómo él o ella crece, evoluciona, cambia.  El etiquetaje es una manera de "congelar" la visión que tengo de mi esposo(a) como un mecanismo de evitarme el esfuerzo de conocerle más en profundidad.  De hecho, en ocasiones etiquetamos para tener siempre algo que reclamar en medio de las discrepancias: "lo que pasa es que tú siempre has sido..." 

Este pensamiento irracional al que nos referimos aquí (el poner etiquetas o sellos de marca) puede llegar a convertirse en esa carta que siempre "llevas debajo de la manga" cuando estás a punto de perder una discusión o cuando no quieres explicarle a él(ella) la razón verdadera de tu equivocación.  Siempre existe la salida de poder decirle que "¡yo hice así porque como tú eres tan tímido(a), desatendido(a), serio(a)...!" o "como no te gustan las tareas de la casa, no te gusta salir..." 

El etiquetaje como pensamiento irracional es siempre una excusa para no pasar el trabajo de ver en profundidad una situación determinada, descartando la posibilidad de que la misma nos sirva para confrontarnos, para renovarnos en la manera de aceptarnos y de invitarnos mutuamente a crecer.

Finalmente, ¿qué podemos decir cuando la etiqueta me la pongo yo mismo(a)?  Catalogarme de una u otra manera, ¿no estará siendo una excusa para mantenerme en mi "zona confortable" de no cambiar?  Con esto te invito a que desconfíes cada vez que tengas la inclinación de contestar, ante un enojo con tu esposo(a): "¡si tú sabes que a mi nunca me ha gustado...!, o ¿"por qué me haces otra vez esa pregunta si tú sabes cuál es mi respuesta?" 

Etiquetar al cónyuge puede ser una manera poco sana de ponerle condiciones a una relación a partir de aspectos parciales o "congelados" por mí en el tiempo.  De la misma manera, etiquetarte puede ser una manera cómoda de no cambiar y de justificar unas posturas rígidas que tal vez están haciendo sufrir en el silencio a tu esposo(a).  Te invito a que reflexiones cuánto etiquetas a tu esposo(a) o te estás etiquetando para evitar entrar en la profundidad de una situación.  Como estamos en un contexto de coaching para parejas, no puedo evitar el invitarte a que puedas conversar tus conclusiones con tu esposo(a).  Te aseguro que como resultado sentirás entrar "aire fresco" a tu relación.

Nota: Agradezco las felicitaciones y las muchas sugerencias que estoy recibiendo con respecto a esta iniciativa de blog.  Me comprometo a mirarlas y evaluarlas con la misma atención con que sé que han sido hechas.  Tus comentarios aquí son también más que bienvenidos.

4 oct 2012

Tantas cosas buenas y te fijas en lo malo

¿Recuerdan lo traído en el anterior blog?  Una situación objetiva "dispara" un pensamiento, que a su vez genera una emoción y finalmente una respuesta.  Sólo detengámonos por un momento en la parte de este proceso que habla de un pensamiento que genera una emoción.  Pues sucede que todos nosotros, no en pocas ocasiones, somos presa de pensamientos que se producen en nuestra mente, con una ligereza tal, que ni siquiera podemos evaluar cuan adecuados son.  ¡Cuántos pensamientos así que, además de veloces, no reflejan necesariamente una realidad objetiva!

¿Cuántas veces un elemento, quizás sencillo en la convivencia de pareja, se convierte en una enorme incomodidad precisamente porque "dispara" pensamientos veloces e irracionales?  Los ejemplos son sencillos y muy comunes: mi reacción visceral y desproporcionada al ver la manera como él/ella deja la toalla tirada en el baño, ese recipiente que usa y deja sin limpiar sobre la mesa, ese vaso de refresco que siempre deja en el auto...  He ahí una manera como la velocidad de pensamiento - sentimiento en ocasiones nos traiciona ante respuestas airadas que a duras penas puedo controlar.

Sin embargo hay algo más.  ¿Qué tal de aquellos pensamientos irracionales a los cuales le hemos dado espacio en nuestra manera de pensar habitual?  Sí.  Me refiero a aquellos pensamientos irracionales provocados por una palabra, una imagen, un gesto, una impresión.  Aquellos pensamientos que a lo largo de nuestra historia personal hemos incorporado a nuestra manera de reaccionar ante los acontecimientos, pero que al día de hoy no representan una manera sana y madura de responder. 

Tomemos hoy un solo ejemplo.  Muchos(as) de nosotros(as) tendemos a una manera de pensar en la que descartamos los elementos positivos de una situación y nos concentramos sólo en un detalle negativo. Digamos entonces, por ejemplo, que una pareja vivió unos días de descanso luego de meses arduos de trabajo y de atender las necesidades de los niños en la casa y la escuela.  El vivió con gran entusiasmo cada momento, el viaje, el estar juntos, cada cena...  Pero en uno de los días hubo un momento de incomodidad por un trato incorrecto recibido en un restaurant.  De regreso, ella no deja de pensar en ese momento desagradable, sólo habla del mismo y su estado de ánimo parece haberse "congelado" en esa dificultad.  Han quedado descartados tantos momentos vividos durante la experiencia, dando paso en su mente y en sus emociones sólo a este aspecto negativo que parece haber "dañado" toda la experiencia.  Ante la constante queja y por el estado de ánimo dominante en el ambiente, el esposo "explota" diciendo "ya volvimos a lo mismo...", "tú siempre con tus desánimos y peleas..."  ¿Se siente identificado(a) con esta experiencia?  Sólo para dejar claro el punto: los papeles muy bien pudieran invertirse (ser el esposo quien se detiene sólo en el aspecto negativo) sin alterar el resultado final.  

Esta distorsión de pensamiento en la que solemos descartar lo positivo y concentrarnos en lo negativo de una situación, suele ser ocasión de muchas insatisfacciones en la relación, además de ser promotor de estados de ánimos dominados por la tristeza y la negatividad.  Es una modalidad de pensamiento frente a la cual debemos estar atentos(as): ¡suele convertirse en ladrona de la alegría y espontaneidad de la relación!

Me gustaría que pensaras en otros tipos de pensamientos irracionales que suelen interponerse en tu relación de pareja.  Piensa en aquella tendencia fuerte que tienes a mirar las cosas de una manera particular que choca con la realidad, con tu pareja y tus posibilidades de ser feliz.  Identifícalos y comienza a dudar de ellos.  Anótalos en una lista en la que puedas especificar en cuáles ocasiones de la vida de pareja sueles pensar de esa manera irracional.

De verdad que te sorprenderás de tantos pensamientos a los que les das paso a pesar de que te hacen sentir insatisfecho(a) y que sabes que "boicotean" las posibilidades de crecimiento de tu relación.

En un próximo blog volveremos con otra modalidad de pensamiento irracional que afecta la convivencia de pareja.                                

27 sept 2012

¿Y por qué no cambias tú?

Seguimos mirándonos al interior... en el contexto de nuestra relación de pareja.  En el anterior blog compartíamos cómo nos descubrimos llenos de límites que condicionan nuestro actuar.  Límites que pueden interferir en nuestra relación de esposos y que, mal asumidos, nos pueden hacer concluir con la conocida sentencia que nos excusa de cambiar: “¡Yo soy así!” (“no esperes de mí cambio alguno”).  Pero, a su vez, también vimos que contamos con la libertad interior de poder responder y asumir la tarea de cambiar…  Cambiar a favor de aquello que nos permita construir una relación cada vez más saludable y transparente.  Una vez más, siempre partiendo de la premisa de que es tu prioridad construirla y hacerla crecer.

Ahora queremos dar un paso más hacia adelante.  Si hablamos de cambiar, les propongo que miren el siguiente enfoque.  Cada ser humano (y los casados y casadas entramos en esa categoría) pudiera ser representado por el siguiente diagrama:


Parece algo complejo… pero ya veremos que no lo es.  Los elementos claves aquí son: pensamiento (idea), emoción (sentimiento) y conducta (o acción).  En el día a día nos movemos en diferentes escenarios y recibimos numerosos estímulos del medio ambiente (situación objetiva).  Ante estos estímulos, en nuestro interior, se “dispara”  una respuesta.  Es decir, un pensamiento o idea que interpreta esa situación externa objetiva.  Inmediatamente, surge en nuestro interior una respuesta emocional o sentimiento.  Esta respuesta emocional puede ser positiva o negativa, según sea la valoración o interpretación que se haga a nivel del pensamiento.  Finalmente, guiado por ese pensamiento y su consecuente emoción, procede una reacción o conducta.  Aclaramos que esta conducta no siempre es externa.  No en pocas ocasiones nos quedamos paralizados ante un evento, siendo nuestra única respuesta un aumento en nuestra presión arterial o un intenso episodio de sudor, respuestas ambas que ocurren en nuestro interior.  No obstante esta salvedad, lo más frecuente es que manifestamos al exterior nuestra respuesta o conducta concreta. 

Estos son los elementos básicos que explican nuestra manera de responder y comportarnos.  Siendo así, una percepción no es otra cosa que un pensamiento confirmado muchas veces, una actitud sería un sentimiento casi fijo en nosotros y un hábito es una conducta que se repite muchas veces.
       
Pero volvamos a los elementos claves: pensamiento, sentimiento y conducta.  Ante una misma situación, esposo y esposa pudieran pensar diferentes, sentir diferentes y actuar diferentes.  Una vez más, tenemos la libertad de escoger nuestras respuestas.  Y si descubro mañana que la manera como reacciono no es la mejor, a lo que considero tu lentitud con las tareas hogareñas, o a lo que interpreto como tu falta de atención a la hora de limpiar la cocina o a lo que me parece es tu descuido cada vez que llegas a la casa y ni saludas, o a tu desconsideración ante como me siento: ¡puedo cambiar!, ¡puedo descubrir nuevas maneras de interpretar estas maneras incómodas de actuar de mi esposo(a)!  

Claro, supongo que me preguntarías, ¿pero no será mejor que sea él (o ella) quien cambie su lentitud, falta de atención, descuido o desconsideración?  La respuesta a esta pregunta pudiera ser sí.  Pero esta respuesta no puede quitarte la libertad de saberte con la capacidad y fuerza de poder escoger tu reacción, independientemente de cual sea el compromiso o nivel de conciencia de cambio que tenga tu cónyuge.  Piensa, esposo o esposa, sólo en esta actitud de libertad podrás permanecer en posición de ser apoyo para tu cónyuge ante la necesidad de cambiar.  Nunca la posición de reclamo o de “quien tiene que mejorar eres tú”, construye una relación ni adelanta nada en el proceso de crecimiento de aquel(la) a quien acompañas.

Hasta aquí, te sugiero te plantees las siguientes preguntas:
  • ¿Cuáles son esas “pequeñas grandes cosas” de tu esposo(a) que amenazan con quitarte tu libertad de elegir?  En otras palabras, ¿qué es lo menos que eres capaz de tolerar en tu actual relación?
  • ¿Estas en posición de conversar esto con él(ella)?  ¿Está él(ella) en posición de conversar? (piensa bien tu respuesta, ¡no subestimes a tu esposo(a)!)
  • Piensa en una de esas situaciones normales de la vida diaria que menos toleras de tu cónyuge.  ¿Pudieras interpretarla diferente para que te sea menos difícil aceptarla? 
Con tus respuestas en mano, conversa con tu esposo(a).  De la apertura de corazón siempre nace el derrumbe de barreras.

En una próxima ocasión nos vamos a detener en el primer aspecto: los pensamientos.  ¿Cómo pensamos?  ¿Por qué producimos tantas ideas que no responden a la realidad?  ¿Por qué a veces mi manera de pensar me hace daño o hace daño a mi relación?  Estas preguntas puedes ir contemplándolas… pero sobre ellas volveremos en un próximo momento.

Ya a este punto me atrevo a pedirte, si crees que lo que estamos compartiendo resulta valioso para ti, déjanoslo saber con tu comentario.  Si crees que pudiera ser valioso para un(a) amigo(a), familiar o vecino(a), déjale saber cómo llegar hasta este espacio virtual.

Gracias y hasta la próxima.   
          

20 sept 2012

¡Yo soy así!

Craig Venter, fundador de unas de las compañías más prestigiosas en investigación genética, que forma parte del grupo proyecto Genoma Humano, concluye: "la maravillosa diversidad de los seres humanos no está tanto en el código genético grabado en nuestras células sino en cómo nuestra herencia biológica se relaciona con el medio ambiente.  Los hombres no son prisioneros de sus genes, sino que las circunstancias de la vida de cada individuo son cruciales en su personalidad". 

¿Por qué desee comenzar este blog con estas palabras?  Porque me parecen un grito a la autodeterminación y libertad, en medio de tantas posturas de dependencia y de acusaciones mutuas: “¡si no fuera por tu culpa…!”, “¡ya ves cuánto me haces sufrir…!”, “te guste o no, yo soy así y ya”, “no me queda más remedio que…”.       

Pero, ¿por qué traerlas en ocasión de hablar sobre las relaciones de pareja?  Aquí sí que hay múltiples respuestas.  Una primera de ellas es para ayudarnos a aceptar que somos condicionados por nuestros genes y nuestras circunstancias, pero no somos determinados por ellas.  Por eso, en la relación de pareja, no caben (sin que nos de un poco de vergüenza decirlo) respuestas como las siguientes: “¡tú me conociste así, no me pidas ahora que cambie!”; “por mi línea paterna todos somos así, fríos, calculadores, poco comunicativos… ¡yo soy así!”; “en mi casa mi padre siempre se relacionaba con mi madre de esta manera, ¡esa es la manera correcta en que los casados deben hacer las cosas y no voy a cambiar!"

Ciertamente, basta poco tiempo de estar casados para darse cuenta de que “cargamos” con múltiples condicionamientos de nuestra genética, nuestras familias y de los procesos de crianza que hayamos tenido.  Maneras de pensar, sentir y hacer que nos resultan más espontáneas y naturales que otras, pero que curiosamente son las que le resultan totalmente sorprendentes, extrañas, increíbles o hasta ofensivas, al cónyuge.  Pero realmente, ¿podemos decir que somos así y ya?  No deja de sorprenderme cómo las tendencias rutinarias de los adultos nos pueden llevar al estancamiento, al desencanto y miedo.  No nos damos cuenta cómo aquellas “manías” que a veces decimos observar en algunas personas ancianas, son las mismas que comienzan a cultivarse desde la adultez, cuando muchos deciden, casi como una reacción visceral hacia su esposo(a), encerrarse y negarse la oportunidad de cambiar y crecer.  El “yo soy así”, que se convierte en trinchera detrás de la cual se esconde el(la) esposo(a) que no quiere cambiar, resulta ser, con el tiempo, el mayor signo de cansancio y muerte con el que podemos cargar…  No es extraño entonces ver “ancianos” a los 40 y jóvenes a los 80 años.  El “yo soy así” nos lleva al camino de lo inerte, las justificaciones y peor aún, la soledad.

Esposo(a), antes de volver a afirmar “yo soy así” como respuesta al reclamo de tu esposo(a), piensa en lo mucho que puedes perder para ti mismo(a) si esa respuesta se instala definitivamente en tu mente y corazón.  Con honestidad, no “somos”… ¡nos hacemos!  Y ese “hacernos” es el bello grito de libertad del cual hablaba al principio y que hoy la ciencia sigue confirmando.  Por eso, contrario a lo que hoy tanto se afirma, la libertad humana obra a favor de tu relación de esposos.  Es garantía de lo que puedes lograr para seguir creciendo y construyendo tu esponsalidad.  La libertad siempre está en función del amor y el amor siempre busca permanecer en relación.                                

Entonces, te invito a que hagas este camino de confrontación propia con tu libertad.  En los próximos blogs hablaremos sobre cómo la manera como pensamos, sentimos y actuamos encierra una clave para provocar en nosotros los cambios hacia una mejor relación de pareja… siempre partiendo de la premisa de que es tu prioridad construirla y hacerla crecer.   

Mientras, qué tal si comienzas a proponerte las siguientes preguntas:
  • ¿Cómo sinceramente te describes?
  • ¿Qué es lo más que valoras de ti?
  • ¿Cuál es tu búsqueda prioritaria en la vida?
  • ¿Qué necesitas para mantenerte consistentemente en esa búsqueda?
  • ¿Qué quisieras cambiar de tí, pero sabes que no podrás lograrlo solo(a)?
Comparte tus respuestas con tu cónyuge.  Seguramente puede ser el inicio de una bonita y fructífera conversación…  

5 sept 2012

¡Iniciamos este espacio!

Con mucho entusiasmo nos lanzamos a la aventura de crear este espacio familiar para propiciar el entendimiento e invitar al crecimiento de todo aquel que aquí llegue... a propósito o por casualidad.  ¿Un espacio más sobre temas familiares?  ¿Otro servicio más de coaching?  ¿Por qué valdría la pena detenerse aquí?

Sin lugar a dudas, la familia sigue siendo ese lugar de relaciones primarias que hace muchos años aprendimos a llamar "célula básica de la sociedad" o, como suele ser dicho en ambientes de fe, "iglesia doméstica".  Algunos(as) pensarán por qué hemos llamado a este espacio Coaching para parejas y familias, si bastaría con indicar sólo "para familias" y dejar así comprendido que nos interesa mirar también la relación de pareja.  Sin embago, es nuestro interés dejar consignado desde el incio que es la relación de pareja, al interior y exterior de la familia, el alimento crucial para el desarrollo de la vida de los(as) hijos(as).  Queremos, de hecho, compartir desde aquí experiencias y contenidos que sirvan de "motor de arranque" para la reflexión en la pareja sobre su vida misma y su relación.

Claro, el coaching ha de ser el método desde el cual nos asomemos a cada reflexión o vivencia propuesta.  Queremos que te confrontes con tus propias preguntas sobre tu relación de pareja y familia.  Aquellas preguntas que hace tiempo dejaste de hacerte por haber dado por sentado sus respuestas, o por haber perdido la esperanza de recibir una respuesta diferente.

Nos proponemos iniciar este camino con varias reflexiones relacionadas al impacto que genera en la vida de pareja nuestras maneras de pensar, sentir y actuar...  Cuánto nuestros modos distorsionados de pensar nos provocan reacciones emocionales desproporcionadas o inadecuadas a la realidad.  Cuánto estas reacciones nos dificultan nuestra relación de pareja o incluso afectan nuestra salud.

Quisiera decirles algunas cosas al respecto.  Sobre estos temas serán nuestros próximos escritos.  De seguro te servirán... al menos para ganar una razón de peso que te lleve a pedir perdón por alguna reacción desproporcionada anteriormente tenida. 

Te invitamos a que te des una visita periódica, nos leas y dejes saber tu sentir.