Hablando sobre
el miedo, decíamos que es la reacción natural que surge cuando nos enfrentamos a algún
peligro en la vida... sea real o imaginario.
Es la reacción que nuestra mente emocional ha hecho evolucionar a través
de los siglos y que hoy nos facilita, vivida en equilibrio y control, responder
a tantos desafíos que enfrentamos, sean personales o en la vida de pareja. De hecho, para la pareja, cada peligro, riesgo
o amenaza es una invitación a crecer y caminar.
Pero, cuando
el miedo se sale de proporción, cuando deja de ser guiado por un mínimo de
razón que lo mantenga en equilibrio, el miedo se transforma en ansiedad y la
ansiedad nos lleva a conclusiones catastróficas. Y una vez instalado allí, ¡qué difícil se nos
hace confiar y creer en el otro! ¡Qué
difícil creerle cuando nos dice que no hay porqué estar ansiosos! Y si ese otro(a) es tu esposo(a), ¡qué
difícil es no reaccionarle sintiéndonos acusados(as)!
Ciertamente, el
miedo desproporcionado (la ansiedad) es ocasión para múltiples roces y
desaveniencias matrimoniales. Es como un
ladrón que nos quita la capacidad y libertad de mirar con objetividad aquel
pedazo de verdad sobre un evento que nos describe el(la) esposo(a). Cuando ya la ansiedad se ha apoderado de nosotros,
frases como las siguientes suelen desesperarnos aún más: “no lo mires así tan
grave, si es sólo...”, “¡cálmate!, ya verás que...!”, “no exageres que te vas a
desesperar y entonces sí que me vas a descontrolar a mí...”. Si alguna de estas frases es dicha por tu
esposo(a), luego de años de habértela repetido... o si es dicha con ese “dejo”
de incomodidad que suele mostrar quien evidentemente no te está comprendiendo,
¡más desesperación te llega!
No obstante, ser
efectivos en el manejo del miedo y la ansiedad implica más un trabajo interno,
personal. Aquí comparto contigo algunas
propuestas de reflexión.
Muy a pesar de
lo que hayas creído sobre tí durante la mayoría de los años de tu vida (si es
que no ha sido positivo), debes afirmarte y confiar que posees las mismas
capacidades que cualquier persona promedio posee para enfrentar los retos de la
vida. Esto se llama eficacia personal y
es uno de los componentes básicos de la autoestima. No es que tengas contigo todas las respuestas
a todos los retos de la vida. Pero sí posees todas las capacidades necesarias para llegar a conclusiones y
respuestas adecuadas ante cada una de estas situaciones que son ocasión de peligros
y por ende, nos atemorizan. Tus
respuestas catastróficas pueden ser sustituídas por respuestas más a tono con
la realidad, ¡sólo si superas esos primeros síntomas de desespero y miedo
desbordante! Sé que no es tan sencillo
como decirlo, pero por ahí se encuentra la ruta correcta de manejo del miedo
antes de que se convierta en ansiedad. Una
verdad que puedes afirmar en tu interior para que te acompañe durante todo tu
día es la siguiente: ¡Mis miedos irán disminuyendo proporcionalmente a la
confianza que vaya ganando en mis propias capacidades!
Si eres
creyente, esto es afirmarte en Aquel que te creó capaz de construir una vida en
el amor y la felicidad, a pesar de tus dificultades y límites. Antes que el miedo te desborde... antes de
que te veas sumergido(a) en la desesperación clamando al cielo para que Dios te
ayude, ¿por qué no afirmar que muchas de esas respuestas que esperas del cielo
ya Dios las puso en tí... dándote las capacidades que posees? ¿Por qué no confiar más en ellas? Qué diferente es postrarse y clamar al cielo después
de haber dado todo lo que puedes dar, confiando en las capacidades que Dios te
dio, ¡y no antes! Clamar antes
pudiera ser una manifestación de desesperación.
Hacerlo después pudiera convertirse en el acto de mayor confianza
en un Dios providente.
Otras sugerencias para el manejo de los miedos, sin ningún ánimo de elaborarlas aquí, son:
·
No caigas en la tentación de crear “rituales” para manejar tus miedos
(por ejemplo): “si me tomo esta pastilla de seguro que...”, “un chocolate en la
tarde es lo único que me baja el estrés para poder enfrentar al jefe”. Los rituales suelen esconder y complicar aún
más los miedos.
·
No alimentes pensamientos obsesivos.
Con respecto a la vida de pareja, aplica aquí todo lo que en una entrada
anterior hablamos sobre las etiquetas.
·
Confía, confía, confía... en
Dios, en tí, en los demás, comenzando por tu esposo(a).
Prueba
reflexionar y tomar compromisos basados en estas ideas. Aún cuando el manejo del miedo es un esfuerzo
mayormente personal, los demás te lo agradecerán tremendamente... comenzando
por tu esposo(a) y tus hijos.