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31 dic 2012

La confianza que destruye los miedos


Hablando sobre el miedo, decíamos que es la reacción natural que surge cuando nos enfrentamos a algún peligro en la vida... sea real o imaginario.  Es la reacción que nuestra mente emocional ha hecho evolucionar a través de los siglos y que hoy nos facilita, vivida en equilibrio y control, responder a tantos desafíos que enfrentamos, sean personales o en la vida de pareja.  De hecho, para la pareja, cada peligro, riesgo o amenaza es una invitación a crecer y caminar. 

Pero, cuando el miedo se sale de proporción, cuando deja de ser guiado por un mínimo de razón que lo mantenga en equilibrio, el miedo se transforma en ansiedad y la ansiedad nos lleva a conclusiones catastróficas.  Y una vez instalado allí, ¡qué difícil se nos hace confiar y creer en el otro!  ¡Qué difícil creerle cuando nos dice que no hay porqué estar ansiosos!  Y si ese otro(a) es tu esposo(a), ¡qué difícil es no reaccionarle sintiéndonos acusados(as)!

Ciertamente, el miedo desproporcionado (la ansiedad) es ocasión para múltiples roces y desaveniencias matrimoniales.  Es como un ladrón que nos quita la capacidad y libertad de mirar con objetividad aquel pedazo de verdad sobre un evento que nos describe el(la) esposo(a).  Cuando ya la ansiedad se ha apoderado de nosotros, frases como las siguientes suelen desesperarnos aún más: “no lo mires así tan grave, si es sólo...”, “¡cálmate!, ya verás que...!”, “no exageres que te vas a desesperar y entonces sí que me vas a descontrolar a mí...”.  Si alguna de estas frases es dicha por tu esposo(a), luego de años de habértela repetido... o si es dicha con ese “dejo” de incomodidad que suele mostrar quien evidentemente no te está comprendiendo, ¡más desesperación te llega!

No obstante, ser efectivos en el manejo del miedo y la ansiedad implica más un trabajo interno, personal.  Aquí comparto contigo algunas propuestas de reflexión.

Muy a pesar de lo que hayas creído sobre tí durante la mayoría de los años de tu vida (si es que no ha sido positivo), debes afirmarte y confiar que posees las mismas capacidades que cualquier persona promedio posee para enfrentar los retos de la vida.  Esto se llama eficacia personal y es uno de los componentes básicos de la autoestima.  No es que tengas contigo todas las respuestas a todos los retos de la vida.  Pero sí posees todas las capacidades necesarias para llegar a conclusiones y respuestas adecuadas ante cada una de estas situaciones que son ocasión de peligros y por ende, nos atemorizan.  Tus respuestas catastróficas pueden ser sustituídas por respuestas más a tono con la realidad, ¡sólo si superas esos primeros síntomas de desespero y miedo desbordante!  Sé que no es tan sencillo como decirlo, pero por ahí se encuentra la ruta correcta de manejo del miedo antes de que se convierta en ansiedad.  Una verdad que puedes afirmar en tu interior para que te acompañe durante todo tu día es la siguiente: ¡Mis miedos irán disminuyendo proporcionalmente a la confianza que vaya ganando en mis propias capacidades! 

Si eres creyente, esto es afirmarte en Aquel que te creó capaz de construir una vida en el amor y la felicidad, a pesar de tus dificultades y límites.  Antes que el miedo te desborde... antes de que te veas sumergido(a) en la desesperación clamando al cielo para que Dios te ayude, ¿por qué no afirmar que muchas de esas respuestas que esperas del cielo ya Dios las puso en tí... dándote las capacidades que posees?  ¿Por qué no confiar más en ellas?  Qué diferente es postrarse y clamar al cielo después de haber dado todo lo que puedes dar, confiando en las capacidades que Dios te dio, ¡y no antes!  Clamar antes pudiera ser una manifestación de desesperación.  Hacerlo después pudiera convertirse en el acto de mayor confianza en un Dios providente.

Otras sugerencias para el manejo de los miedos, sin ningún ánimo de elaborarlas aquí, son:

·         No caigas en la tentación de crear “rituales” para manejar tus miedos (por ejemplo): “si me tomo esta pastilla de seguro que...”, “un chocolate en la tarde es lo único que me baja el estrés para poder enfrentar al jefe”.  Los rituales suelen esconder y complicar aún más los miedos.

·         No alimentes pensamientos obsesivos.  Con respecto a la vida de pareja, aplica aquí todo lo que en una entrada anterior hablamos sobre las etiquetas. 

·         Confía, confía, confía...  en Dios, en tí, en los demás, comenzando por tu esposo(a).

Prueba reflexionar y tomar compromisos basados en estas ideas.  Aún cuando el manejo del miedo es un esfuerzo mayormente personal, los demás te lo agradecerán tremendamente... comenzando por tu esposo(a) y tus hijos.  

13 dic 2012

¿Por qué me empeño en creer lo improbable?


Hemos dicho que los pensamientos distorsionados, que no responden a la realidad, producen emociones distorsionadas e inadecuadas que igualmente se alejan del mundo de lo real.  Pero en el caso de los sentimientos, éstos tienen la fuerza de tornarse incontrolables, desproporcionados y por ende, dañinos a nuestra salud emocional.  En esa misma medida, pueden ser dañinos también a tu mundo de relaciones... aún las más cercanas: tus padres, hijos... o tu esposo(a).  En la entrada anterior tomamos un primer ejemplo cuando hablamos de la tristeza desproporcionada.  Esa que puede llegar a quitarnos el entusiasmo y la alegría por la relación y vida de esposos.  Les propongo ahora mirar otro ejemplo. 

Sucede que la vida de pareja está construída sobre riesgos, luchas e incluso peligros.  Basta llevar poco tiempo de casados para experimentar cuántos riesgos y peligros: las dificultades económicas, las primeras incomprensiones mutuas verdaderamente significativas (esas que aún luego de la reconciliación te dejan con una profunda sensación de que en algún otro momento volverán a aparecer, ¡y en efecto reaparecen!).  Pero luego también vienen los hijos, las tensiones cuando se enferman.  Quizás uno de los cónyuges vive con mayor aprensión cada signo de malestar o enfermedad del niño y comienzan las diferencias en la valoración de cada dolencia: “¡hay que correr al médico, no se ve bien, está en peligro!”.  Mientras el(la) otro(a) le contesta, “pero si sólo está llorando porque está cansado”.  Pero también ese miedo puede ser por tu propia salud, o la salud de los padres que por razones lógicas ligadas a la naturaleza, se va deteriorando. 

Hago este catálogo de peligros y riesgos que se enfrentan en la vida de casados, pues no con poca frecuencia el vivir estas experiencias puede llegar a ser ocasión de distancia en la relación misma.  Cuando se enfrenta un miedo en sus dimensiones proporcionadas, esta misma emoción (el miedo) nos prepara para la lucha necesaria que nos llevará a vencer el peligro que la ocasiona.  Siendo así, cada peligro que una pareja enfrenta es una ocasión para madurar, crecer y ganar la confianza de saber que juntos somos capaces de perseverar y vencer.  Así, cada victoria sobre cada peligro, se convierte en signo de una fuerza que juntos poseemos.  Una determinación que se convierte, con el tiempo, en el sello de distinción para la pareja que, en virtud de lo que va logrando juntos, se siente cada vez más unida.

Pero, ¿qué sucede si esos peligros y riesgos normales en la vida de pareja uno (o ambos) de los cónyuges los vive con aprensión desproporcionda?  Hago la misma pregunta con un ejemplo: ¿qué sucede si tú, esposa y madre, no logras mantener en el plano de la realidad la salud y los peligros normales a los que se enfrenta un hijo?  O hago la misma pregunta con otro ejemplo: ¿qué sucede si tú, esposo, ante las dificultades económicas, te paralizas al punto de no poder funcionar con normalidad?  En ambos casos la respuesta es la misma: el miedo se convierte en ansiedad y la ansiedad te lleva, normalmente, a conclusiones catastróficas.  Te propongo que revises la siguiente lista de conclusiones catastróficas provocadas por la ansiedad y te preguntes si anteriormente has llegado a alguna de ellas:

·         “nunca lograremos salir a flote económicamente”
·         “si el niño tiene esos síntomas, de seguro que es por una enfermedad muy seria”
·         “no me siento bien de salud, seguramente por algo muy grave”
·         “si dejamos a los hijos solos en la escuela se dañarán... perderán los valores que les hemos enseñado en casa”
·         “tener otro hijo será nuestra ruina económica”
·         “no podemos dejar ir a la niña a ese viaje de deportes... ¡y si tiene un accidente!”
·         “si no hago lo que mi madre me dice de seguro la haré sentir tan mal que será fatal para su salud”
·         “si mi esposa trabaja fuera mis hijos sufrirán unas carencias que los marcarán por el resto de sus vida”
·         “si mi esposa se queda con los hijos en casa no sobreviviremos económicamente”

Vean que cada una de estas conclusiones no son necesariamente imposibles o irreales.  El mal aquí radica en llegar a ellas a partir de circuntancias que no están presentes en el momento.  El problema es llegar a ellas por una valoración desproporcionada de la realidad actual o previsible.  ¡Y ahí radica su gran peligro para la relación!  En la medida que le das más peso a una amenaza desproporcionada sentida por ti que a la valoración más equilibrada que recibes de tu cónyuge (o alguna otra persona con mayor equilibrio ante la situación), pudieras comenzar a experimentar una cierta lejanía con respecto a él(ella).  Como consecuencia te inundarán justificaciones inconcientes y solitarias: “es que no me entiende”, “somos diferentes”, “es que él(ella) es un(a) desinteresado(a) y poco atento(a)”, “es que soy yo el(la) que tiene que preocuparse, pues ella(él) siempre ha demostrado poca sensibilidad por estas cosas”.  Mientras, tu esposo(a) pudiera, poco a poco, llegar a cansarse de ver tus reacciones ansiosas, desproporcionadas y catastróficas: “ya yo la(lo) dejo”, “no tiene remedio”, “que siga con su preocupación, yo no me voy a enfermar por culpa suya”.

Me parece que lo tocado hasta aquí es sumamente delicado y sensible.  No osbtante, si en algo describe tu realidad de pareja, ¡no hay porqué llegar a conclusiones catastróficas!  En una próxima ocasión podemos comenzar a proponernos caminos de salida a estas trampas emocionales.  Desde ya podemos decir que en la pareja, así como en la vida misma, cada peligro, riesgo o amenaza, es una invitación a crecer y caminar.  O como queda expresado en la siguiente cita (que algunos atribuyen a A. Einstein): “acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”

1 dic 2012

Entre pérdidas y tristezas

Etiquetas, culpabilizaciones, quedarnos en lo negativo...  Como hemos visto, éstos son indudablemente pensamientos distorsionados que se presentan en tí, esposo o esposa, pudiendo convertirse en dificultades o barreras que se interponen en tu relación.  Dificultades que pueden impedir una comunicación más transparente, abierta, sosegada y RECONCILIADORA.  Barreras a esos accesos tan propios, específicos e íntimos de la pareja, donde se construyen solidaridades, colaboraciones y fidelidades, a partir de las pobrezas y LOS LIMITES de ambos.
Demos ahora un paso más...  Digamos  también que los pensamientos distorsionados, que no responden a la realidad, producen emociones distorsionadas e inadecuadas que igualmente se alejan del mundo de la gente real... de “carne, hueso, nervios y neuronas”.  Y aquí hay un elemento clave para entender qué hace distorsionado o inadecuado un sentimiento.  Es un punto crítico, importante, determinante, crucial...  Pasarlo por alto pudiera significar afectar negativamente el ambiente o fluidez de tu relación con tu esposo(a).  ¿Cuál es ese elemento o punto determinante?
Pues sucede que la fuerza de los sentimientos tiene una peculiaridad que tiene que ser considerada: una vez desatada, ¡puede tornarse en incontrolable!  Por eso, para que una emoción no llegue a “arrestar” las fuerzas de tu razón y voluntad, debes “atajarla” a tiempo en el cerebro.  Debes intervenirla con la razón y determinar antes su valor y nivel de importancia relativa.
Tomemos en esta entrada de blog un primer ejemplo.  Hablemos del sentido de pérdida.  En nuestra vida emocional, el sentido de pérdida de algo valioso suele producir tristeza.  Si pierdo un objeto de alto valor sentimental es natural que me sienta triste.  Si pierdo a un ser querido, aún con más razón.  La pérdida como experiencia vital suele provocar en nosotros, a nivel emocional, reacciones de tristeza.  Pero, ¿qué sucede cuando ese sentimiento de tristeza sale de proporción?  ¿Qué sucede si no intervengo a tiempo para mantener bajo una valoración real, proporcionada y relativa esa pérdida?  Los expertos han podido ponerse de acuerdo para denominar una tristeza descontrolada y extendida con un nombre muy común en estos días: depresión.
No nos queremos detener aquí en tantos aspectos relacionados con esta dura realidad.  Sí me interesa que pienses en cuánto un sentimiento de pérdida descontrolado puede afectar la fuerza, fluidez, constancia y alegría en tu relación de esposos.  Te invito a mirar lo siguiente.  ¡Cuántas pérdidas se van acumulando a lo largo de una relación de esposos!  Lee con detenimiento la siguiente lista.  Puede que te sientas identificado(a) con alguna de estas pérdidas.  Veamos... quizás he perdido en mi relación esponsal (o por “culpa” de esta relación):
·         Mi libertad de hacer las cosas a mi manera
·         Cantidad de tiempo para estar con mis padres
·         Algunos bienes materiales a los que antes estaba acostumbrado(a)
·         Un peldaño más en mi carrera profesional
·         Mi “verdad” en la mayoría de las discusiones con mi esposo(a)
·         La ilusión de un hijo que no hemos podido tener
·         El ideal que tenía de tí, esposo(a)
·         ¡LA ESPERANZA DE QUE CAMBIARAS Y FUESES (como dice JM Serrat) COMO SIEMPRE TE IMAGINE!
¡Cuántas pérdidas!  Sin embargo, no es la pérdida el factor crucial para que quizás ya no haya ilusión en tu relación.  Lo crucial es que te puedas hoy preguntar, ¿alguna de esas pérdidas es imprescindible para tu felicidad?  ¿Es imprescindible para la felicidad en tu relación?  ¿Cuál es el balance final en tu relación?  O quizás ya conviene que te hagas la pregunta crucial: ¿hay algo que has puesto como requisito imprescindible para tu felicidad conyugal QUE VA POR ENCIMA DE TU ESPOSO(A)?
Recuerdo que hace unos años ofrecía unos talleres de capacitación para un grupo de maestros de escuela.  Uno de ellos, medio en broma y medio en serio, me dijo: “¡la escuela sería un lugar extraordinario y feliz para trabajar si no fuera por los estudiantes!”  Pensar en esto de las pérdidas me hace recordar esta anécdota, porque así también pudieramos estar nosotros afirmando o viviendo algo similar: ¿alguna pérdida como las anteriormente listadas (o una similar a éstas) ha provocado que sucumbieras a una tristeza desproporcionada que te ha robado la alegría e ilusión de estar con tu esposo(a)?  ¿Tienes algún sentimiento de pérdida en tu relación que te impide redescubrir la alegría y profundidad de la relación misma?  Parafraseando a este maestro de escuela, ¿piensas que tu matrimonio sería feliz y reluciente si no fuera por tu esposo(a)?
La invitación es a que reflexiones sobre estas cosas.  A veces dejamos de ver el bosque por estar distraído mirando los árboles.  Detrás de esta reflexión puede que te reencuentres con tristezas desproporcionadas que no detuviste a tiempo en tu mundo emocional y que hoy te mantienen en un estado de “sosera” afectiva en tu relación con tu esposo(a).  Date cuenta a tiempo.  Estas “soseras” suelen ser muy dañinas y traicioneras.  Son las que hacen que luego de algunos años de relación (sobre todo si ya los hijos han crecido) de momento sientas que ya no hay una alegría ni chispa particular que te impulse a seguir compartiendo la vida con tu esposo(a). 
¡No des espacio a sentimientos de tristeza desproporcionada ante las pérdidas que vivas en tu relación!  La trampa aquí es que terminarás culpando a tu cónyuge por esta desazón, cuando realmente has sido tú quien ha aceptado darle paso a la tristeza.  Esa tristeza extendida que te hace olvidar el gran don y regalo que es el poder compartir la vida con alguien que, dicho sea de paso, siempre será para tí una invitación a ser cada vez más generoso(a).  Siempre será para tí, esposo(a), una invitación a que renuncies, por amor, a tantas cosas que quizás aún hoy consideras que son tus pérdidas.