Seguimos mirándonos al interior... en el contexto de nuestra relación de pareja. En el anterior blog compartíamos cómo nos descubrimos llenos de límites que condicionan nuestro actuar. Límites que pueden interferir en nuestra relación de esposos y que, mal asumidos, nos pueden hacer concluir con la conocida sentencia que nos excusa de cambiar: “¡Yo soy así!” (“no esperes de mí cambio alguno”). Pero, a su vez, también vimos que contamos con la libertad interior de poder responder y asumir la tarea de cambiar… Cambiar a favor de aquello que nos permita construir una relación cada vez más saludable y transparente. Una vez más, siempre partiendo de la premisa de que es tu prioridad construirla y hacerla crecer.
Ahora queremos dar un paso más hacia adelante. Si hablamos de cambiar, les propongo que miren el siguiente enfoque. Cada ser humano (y los casados y casadas entramos en esa categoría) pudiera ser representado por el siguiente diagrama:
Parece algo complejo… pero ya veremos que no lo es. Los elementos claves aquí son: pensamiento (idea), emoción (sentimiento) y conducta (o acción). En el día a día nos movemos en diferentes escenarios y recibimos numerosos estímulos del medio ambiente (situación objetiva). Ante estos estímulos, en nuestro interior, se “dispara” una respuesta. Es decir, un pensamiento o idea que interpreta esa situación externa objetiva. Inmediatamente, surge en nuestro interior una respuesta emocional o sentimiento. Esta respuesta emocional puede ser positiva o negativa, según sea la valoración o interpretación que se haga a nivel del pensamiento. Finalmente, guiado por ese pensamiento y su consecuente emoción, procede una reacción o conducta. Aclaramos que esta conducta no siempre es externa. No en pocas ocasiones nos quedamos paralizados ante un evento, siendo nuestra única respuesta un aumento en nuestra presión arterial o un intenso episodio de sudor, respuestas ambas que ocurren en nuestro interior. No obstante esta salvedad, lo más frecuente es que manifestamos al exterior nuestra respuesta o conducta concreta.
Estos son los elementos básicos que explican nuestra manera de responder y comportarnos. Siendo así, una percepción no es otra cosa que un pensamiento confirmado muchas veces, una actitud sería un sentimiento casi fijo en nosotros y un hábito es una conducta que se repite muchas veces.
Pero volvamos a los elementos claves: pensamiento, sentimiento y conducta. Ante una misma situación, esposo y esposa pudieran pensar diferentes, sentir diferentes y actuar diferentes. Una vez más, tenemos la libertad de escoger nuestras respuestas. Y si descubro mañana que la manera como reacciono no es la mejor, a lo que considero tu lentitud con las tareas hogareñas, o a lo que interpreto como tu falta de atención a la hora de limpiar la cocina o a lo que me parece es tu descuido cada vez que llegas a la casa y ni saludas, o a tu desconsideración ante como me siento: ¡puedo cambiar!, ¡puedo descubrir nuevas maneras de interpretar estas maneras incómodas de actuar de mi esposo(a)!
Claro, supongo que me preguntarías, ¿pero no será mejor que sea él (o ella) quien cambie su lentitud, falta de atención, descuido o desconsideración? La respuesta a esta pregunta pudiera ser sí. Pero esta respuesta no puede quitarte la libertad de saberte con la capacidad y fuerza de poder escoger tu reacción, independientemente de cual sea el compromiso o nivel de conciencia de cambio que tenga tu cónyuge. Piensa, esposo o esposa, sólo en esta actitud de libertad podrás permanecer en posición de ser apoyo para tu cónyuge ante la necesidad de cambiar. Nunca la posición de reclamo o de “quien tiene que mejorar eres tú”, construye una relación ni adelanta nada en el proceso de crecimiento de aquel(la) a quien acompañas.
Hasta aquí, te sugiero te plantees las siguientes preguntas:
- ¿Cuáles son esas “pequeñas grandes cosas” de tu esposo(a) que amenazan con quitarte tu libertad de elegir? En otras palabras, ¿qué es lo menos que eres capaz de tolerar en tu actual relación?
- ¿Estas en posición de conversar esto con él(ella)? ¿Está él(ella) en posición de conversar? (piensa bien tu respuesta, ¡no subestimes a tu esposo(a)!)
- Piensa en una de esas situaciones normales de la vida diaria que menos toleras de tu cónyuge. ¿Pudieras interpretarla diferente para que te sea menos difícil aceptarla?
Con tus respuestas en mano, conversa con tu esposo(a). De la apertura de corazón siempre nace el derrumbe de barreras.
En una próxima ocasión nos vamos a detener en el primer aspecto: los pensamientos. ¿Cómo pensamos? ¿Por qué producimos tantas ideas que no responden a la realidad? ¿Por qué a veces mi manera de pensar me hace daño o hace daño a mi relación? Estas preguntas puedes ir contemplándolas… pero sobre ellas volveremos en un próximo momento.
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Gracias y hasta la próxima.