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17 nov 2012

Ni totalmente culpables ni únicamente víctimas

Quisiera añadir uno más...  Sí, me refiero al tema que hemos venido tratando aquí sobre los pensamientos irracionales y su impacto en la relación de pareja.  Y digo uno más con la conciencia de que éste, del cual queremos hablar ahora, no puede quedar fuera.  Es quizás uno de los pensamientos más traicioneros pues compromete, no sólo nuestra felicidad, si no también nuestra libertad.
Dime tú, que lees esto, ¿no te has visto tentado(a), al menos en una ocasión (o posiblemente muchas) de culpar a tu esposo(a) por algún sufrimiento experimentado?  ¡Ahhhh!  Me refiero a esos pocos o muchos momentos en que toda tu alegría ha ido a parar al suelo porque tu esposo(a) hizo algo que te hirió.  No recuerdo exactamente el origen de la siguiente frase (creo que se le atribuye a Eleonor Roosvelt) tan pertinente a lo que aquí decimos: “nadie puede herirte sin tu consentimiento”.  No obstante, ¡con cuanta frecuencia consientes en sentirte dañado, dolido, sufrido o vejado por una actitud, comentario o gesto de tu esposo(a)!
Aquí no me refiero a lo que podemos considerar daños reales y de magnitud, como lo pueden ser una infidelidad o agresión seria.  Sí me refiero a esas muchas veces en que una diferencia, una “mala costumbre”, un límite o una manera de actuar de mi esposo(a) me es intolerable y le he puesto ya la marca de insoportable.  Con demasiada frecuencia culpabilizamos y convertimos una diferencia o incomodidad en una condición intolerable.  El peligro aquí radica en que, por esta costumbre de culpabilizar al cónyuge, voy añadiendo desazón y tensión a la relación.  Con sinceridad respóndete, ¿es realmente culpable tu cónyuge de tu intolerancia a los errores?  O por otro lado, ¿cuán culpable realmente es él(ella) de sus debilidades o límites personales?  ¿De momento se te han olvidado todos aquellos límites que conociste durante el noviazgo y que juraste superar?  ¿Por qué hoy aparecen como elementos causantes de tu infelicidad?
¿De verdad piensas que por culpa de sus padres tu esposo(a) es como es y no tiene remedio?  Quizás le has dado demasiado poder a ese rasgo de su persona como para que sea razón de tu indignación descontrolada.  Que haya llegado a la casa habiendo comprado algo de alto costo sin haberlo consultado contigo no es bueno... ¿pero le adjudicas una culpabilidad capaz de arrancarte la alegría y la posibilidad de solucionar el asunto?  Normalmente la culpa nos ciega y hace que veamos todo mucho más grande de lo que realmente es.
Su temperamento encerrado, su no querer acompañarte a tus actividades, su desapego a los asuntos de los hijos: ¿de verdad que son motivos como para culparle de tu infelicidad y por consiguiente, razón como para desear terminar una relación?  Me parece que en gran medida este pensamiento irracional que nos lleva a culpabilizar a el(la) otro(a) es una trampa que captura lo mejor de nuestras energías mentales y emocionales que, por consecuencia, no pueden ser utilizadas para buscar una solución.  ¡No te permitas entrar en esos callejones sin salida que surgen cuando culpas a tu cónyuge y te pones en posición de víctima! 
Te invito a que reflexiones sobre qué realmente has ganado cada vez que te ves como víctima y a tu cónyuge como culpable ante una situación determinada.  Recuerda, nadie puede herirte sin tu consentimiento.  Si una serpiente mortalmente venenosa te mordiera, ¿sería sensato irte corriendo tras ella para descargar tu coraje y culparla de tu eventual muerte?  Lo sensato sería que te detuvieras y buscaras ayuda para poder extraer a tiempo el veneno.  No permitas que tu relación de esposos funcione con esta lógica de culpabilización que impide a ambos detenerse y eliminar de ella aquello que la envenena.  

7 nov 2012

¿Me casé con una etiqueta o con una persona real?

Hablábamos de pensamientos irracionales... Aquellos a los que les hemos dado espacio en nuestra manera habitual de pensar.  Aquellos que son provocados por una palabra, una imagen, un gesto, una impresión.  Los que a lo largo de nuestra historia personal hemos ido incorporando a nuestra manera de reaccionar ante los acontecimientos, pero que al día de hoy no representan una manera sana y madura de responder.

Pues resulta que, entre otros muchos pensamientos irracionales, con frecuencia ponemos etiquetas a nuestros(as) cónyuges.  ¿A qué me refiero?  Para explicarlo, hago referencia a un ejemplo de mi juventud.  Sucede que siempre he disfrutado las habichuelas (frijoles) que prepara mi amada madre.  Un día (y sólo por falta de apetito) le contesté con mucha naturalidad que no a un ofrecimiento que me hizo de añadir habichuelas a mi plato.  Por meses no pensé en esa situación, hasta que comencé a percatarme de que no me ofrecía más habichuelas en la cena.  Luego de cariñosamente reclamárselo, me contestó: "es que a tí no te gustan las habichuelas".  Entonces recordé aquel único día en que le había dicho que no, versus los muchos días en que me las había disfrutado.  

Tomo esta sencilla experiencia con mi querida madre para invitarte a que como esposo(a) te preguntes, con mucha honestidad, algo un poco más comprometedor.  ¿Has definido rígidamente algún rasgo de tu esposo(a) a partir de un detalle aislado o aspecto parcial de su comportamiento?  Con frecuencia solemos etiquetar a nuestro(a) esposa(a): "es que eres muy desorganizado(a)", "no te gusta hablar ni compartir en familia", "siempre tan serio(a)", "no te gustan los trabajos de la casa", "eres tan metódico para todo".  No se trata de negar que, en efecto, solemos tener conductas que nos hacen tender a comportarnos de una u otra manera.  Aquí me refiero a cuando etiquetamos, catalogamos de manera rígida, un rasgo del cónyuge que nos permite ahorrarnos el resfuerzo de estar siempre atento a cómo él o ella crece, evoluciona, cambia.  El etiquetaje es una manera de "congelar" la visión que tengo de mi esposo(a) como un mecanismo de evitarme el esfuerzo de conocerle más en profundidad.  De hecho, en ocasiones etiquetamos para tener siempre algo que reclamar en medio de las discrepancias: "lo que pasa es que tú siempre has sido..." 

Este pensamiento irracional al que nos referimos aquí (el poner etiquetas o sellos de marca) puede llegar a convertirse en esa carta que siempre "llevas debajo de la manga" cuando estás a punto de perder una discusión o cuando no quieres explicarle a él(ella) la razón verdadera de tu equivocación.  Siempre existe la salida de poder decirle que "¡yo hice así porque como tú eres tan tímido(a), desatendido(a), serio(a)...!" o "como no te gustan las tareas de la casa, no te gusta salir..." 

El etiquetaje como pensamiento irracional es siempre una excusa para no pasar el trabajo de ver en profundidad una situación determinada, descartando la posibilidad de que la misma nos sirva para confrontarnos, para renovarnos en la manera de aceptarnos y de invitarnos mutuamente a crecer.

Finalmente, ¿qué podemos decir cuando la etiqueta me la pongo yo mismo(a)?  Catalogarme de una u otra manera, ¿no estará siendo una excusa para mantenerme en mi "zona confortable" de no cambiar?  Con esto te invito a que desconfíes cada vez que tengas la inclinación de contestar, ante un enojo con tu esposo(a): "¡si tú sabes que a mi nunca me ha gustado...!, o ¿"por qué me haces otra vez esa pregunta si tú sabes cuál es mi respuesta?" 

Etiquetar al cónyuge puede ser una manera poco sana de ponerle condiciones a una relación a partir de aspectos parciales o "congelados" por mí en el tiempo.  De la misma manera, etiquetarte puede ser una manera cómoda de no cambiar y de justificar unas posturas rígidas que tal vez están haciendo sufrir en el silencio a tu esposo(a).  Te invito a que reflexiones cuánto etiquetas a tu esposo(a) o te estás etiquetando para evitar entrar en la profundidad de una situación.  Como estamos en un contexto de coaching para parejas, no puedo evitar el invitarte a que puedas conversar tus conclusiones con tu esposo(a).  Te aseguro que como resultado sentirás entrar "aire fresco" a tu relación.

Nota: Agradezco las felicitaciones y las muchas sugerencias que estoy recibiendo con respecto a esta iniciativa de blog.  Me comprometo a mirarlas y evaluarlas con la misma atención con que sé que han sido hechas.  Tus comentarios aquí son también más que bienvenidos.