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14 feb 2014

El día del amor es día de...

Quisiera hacer un alto en las reflexiones que venimos realizando en nuestro blog. Resulta que hoy es 14 de febrero. Es inevitable pensar en todo lo que en un día como hoy ocurre, movido por el amor: compra de chocolates, flores, regalos, cenas, salidas... algunas en el bien y otras en la obscuridad. Seguramente a muchos les molesta tanta comercialización alrededor del amor. Respeto a quien así piensa, por que ciertamente el amor queda banalizado entre tantas propuestas ligeras que prometen felicidad. No obstante, no se puede negar que la comercialización mantiene, en un día como hoy, vivo, constante y frecuente, el tema del amor. Ayudados por esta comercialización se despierta en muchos el deseo de salir de sí, de hacer algún gesto particular que hable hoy de su capacidad de amar... sea dando algo (un regalo) o dándose.

Sin embargo, quiero compartirles algo que me parece crucial de este día, Día del amor. Entre tantas fiestas, regalos, gestos, cenas, caricias e intimidades, se me ocurre pensar que el amor, fundamentalmente, es un asunto de gozo. ¡El fruto más grande del amor es el gozo, la alegría! El gozo que no necesita que todas nuestras situaciones de dolor queden resueltas. El gozo que no depende ni siquiera de tener aquello que en derecho nos corresponde: una casa, alimentos, trabajo, atención. El gozo que tampoco es apagado por la falta de aquellos dones más grandes... tan grandes que en ocasiones, en nuestro deseo de recibirlos, pudiéramos pensar que tenemos derecho sobre ellos. Me refiero al don de la maternidad y la paternidad.

En el mundo mecánico, eficiente y confuso de hoy, el gozo es un gran ausente. Y allí donde aparece, es tratado como nota discordante que no merece ninguna cubierta de prensa o televisión. No obstante, la discordancia es mutua: aquellos que han descubierto el gozo del amor, no necesitan ni desean, ni piensan en ser reconocidos, famosos, poderosos o elogiados. El gozo es escuridizo, sencillo, frágil, profundo, confiado, sabio, despierto, tranquilo pero exultante... parece depender de todo (de las circunstancias) pero es libre... vive en el presente, es generoso con el pasado (al que excusa) y lleno de esperanza por el futuro (del cual no depende). El gozo te hace querer vivir en el bien, depende de él y hacia él se dirige.

Si les parece, trato de demostrar qué es el gozo con una experiencia personal. Hace unos días caminaba junto a mi esposa, como parte de una rutina de ejercicios. Caminábamos por unas rutas pavimentadas, en un complejo de canchas de tenis. Llevábamos una cierta velocidad (para poder beneficiarnos del efecto del ejercicio), cuando nos encontramos a una mamá con tres niños pequeños que nos impidieron seguir nuestro paso. Caminaban con bastante lentitud, debido a que uno de los niños lucía bastante distraído y poco ágil en su andar. Cuando ya casi me impaciento, observo que era un niño con la condición de Síndrome de Down. De repente, ¡mi ánimo cambió! Con cuánta atención observé cada detalle de aquella madre que procuraba no dejar atrás a este niño. Los otros dos lo tomaban de la mano, como quien se solidariza con él y su mamá. El niño iba vestido con ropa para practicar tenis. Su rostro brillaba de alegría... o al menos así me pareció apreciar. Al instante, quedó en el olvido mi apuro, mi deseo de caminar ligero, mi propósito de ejercitarme por mi salud... y sólo quedó en mi atención la sonrisa de aquel niño y la ternura con la que era tratado. Entraron a unas de las canchas y allí los dejamos. Pero, tengo que decir que mi corazón quedó lleno de su presencia... una presencia que me hacía sentir bueno, solo por haberme encontrado con su bondad. Una presencia que provocó en mí los mejores sentimientos: agradecimiento, ternura, esperanza. Una presencia sencilla que me llenó de gozo. Pienso que la experiencia y presencia del gozo en nuestra vida es algo así. Es provocado por lo sencillo, por lo débil y poco importante a los ojos del mundo. Pero cuando lo encontramos (o nos encuentra) nos deja llenos de esperanza y saca de nosotros lo mejor.

Hoy es el Día del amor... y de entre todos los amores, el amor de pareja es aquel con el cual quiso Jesús identificarse para dejarnos saber su amor por su Iglesia y toda la humanidad. Quisiera invitarte a que no pasara este día sin que le digas a tu esposo(a) cuánto gozo genera en tu corazón su presencia. Cuánto gozo por toda aquella bondad, fuerza, sabiduría, valor, firmeza, donación y ternura que ha logrado hacer nacer en tí durante todos estos años (o meses, o días) que han estado juntos.

El gozo es el fruto más preciado del amor. Te deseo un día y un fin de semana lleno de todas aquellas presencias que te hacen experimentar el verdadero gozo... la alegría profunda.

7 dic 2013

Cuando el ajetreo de la vida hace perder el camino de esposo(a)

Aún cuando ha pasado algún tiempo desde nuestra anterior entrada al blog, deseo poder continuar con ustedes aquella reflexión ya comenzada.  En efecto, nos hemos planteado la misma pregunta en las últimas dos entradas, ¿cómo se manifiesta una vida espiritual estancada, conformista, tanto a nivel personal como en su repercusión en la experiencia de pareja?  Quisiéramos continuar aquí con algunos esbozos de respuesta a esta pregunta, siempre animados por el deseo de reconocer posibles dinámicas que pudieran estar limitándonos en nuestra vida personal y de esposos.

Con frecuencia vemos que una vida espiritual estancada (aún cuando parezca una contradicción), suele manifestarse como una vida llena, ocupada... ¡casi desesperada!  Parecería que cada segundo es ocupado por alguna actividad, idea, preocupación, pensamiento o urgencia.  Esto a pesar de que no necesariamente nos sentimos satisfechos con tantas ocupaciones, llamadas, entradas a redes sociales, trabajos, compromisos con los hijos, los padres, los amigos...  Y en esa casi desesperada ocupación, con frecuencia, nos llevamos a nuestro(a) esposo(a) por delante: “por que no avanzas”, “mira que llegamos tarde”, “busca tú a los niños que yo te alcanzo después”, “compra algo de comer antes de llegar que a mí no me da el tiempo...”, “estoy muy cansado(a)... encárgate tú de los niños” (sin considerar el cansancio del otro), “haz tú según mejor creas... hablamos de eso en otro momento”.

Ciertamente, la velocidad y la contínua ocupación parecen ser características del mundo que nos ha tocado vivir.  Es un idealismo infantil pretender abstraernos de esta realidad.  Sin embargo, vale la pena que te preguntes: ¿qué significa para mí estar ocupado(a)?  ¿Cómo vivo mi ocupación constante?  En lo profundo, ¿estoy alegre con mi ocupación?, ¿siento que voy avanzando hacia donde deseo ir, a nivel personal y con mi pareja?  O esta pregunta clave que dice: ¿siento que voy donándome con cada ocupación? 

Un primer peligro para quien siempre anda en ocupación constante y sin sentido es confundir lo que hace con lo que es.  Te invito a que pienses bien y a tiempo este peligro.  No esperes estar cerca de la edad de retiro, o cuando ya los hijos se han ido del hogar realizando sus propios proyectos, para darte cuenta que no sabrías cómo vivir sin tus contínuas ocupaciones.  Un segundo peligro se manifiesta más a nivel de la pareja.  ¡Cuántas parejas confunden su ser uno con su hacer juntos!  Viven tantos años llenos de actividad, sobre todo en atención a sus hijos...  sin embargo, con el tiempo, se dan cuenta (en el mejor de los casos) que en el camino perdieron aquello que en un inicio les unía, más allá del hacer juntos.  Suelo decir que estas parejas, más que en esposos, se convirtieron en “compañeros de trabajo” para la crianza y el sostenimiento de los hijos... ¡y lo peor del caso es no haberse dado cuenta!

¡Cuántos peligros detrás de una vida excesivamente ocupada... pero vacía!  Se cuenta que en una ocasión, un sacerdote fue a ver al gran sicólogo suizo Carl Jung.  En su visita le expresó su cansancio, pues trabajaba cerca de catorce horas diarias, aunque apenas podía dormir.  Al concluir su descripción de la vida tan agitada que llevaba, Jung le pidió que se esforzara en trabajar sólo ocho horas diarias.  Luego debía marcharse a su casa, cenar y retirarse a descansar para estar con él mismo.  La próxima semana el sacerdote se dedicó a trabajar solo ocho horas.  Cuando llegaba a su casa, cenaba y se retiraba a su habitación.  Algunas noches las dedicaba a escribir cartas a sus amigos, otras las dedicaba a escuchar música clásica y descansar.  Al volver a su otra cita con el psicólogo, en la tercera semana, le contó lo que había hecho.  Sin embargo y a pesar de sus esfuerzos, tuvo que reconocerle que no había podido reconciliar el sueño.  El sicólogo Jung le reclamó, “yo no le dije que se retirara a escuchar música o escribir cartas.  Le dije que se retirara a estar con usted mismo”.  El sacerdote, un tanto molesto le replicó: “yo no puedo estar tanto tiempo solo, sin hacer nada ni estar con nadie”.  A lo que Jung le respondió: “¡no soportas estar contigo unos minutos y pretendes que otras personas te aguanten por catorce horas al día!”.

No tengo certeza de la veracidad de cada detalle de esta anécdota.  No obstante, su relato encierra una gran verdad para nuestra vida personal y de esposos.  A nivel personal es más que evidente que una vida excesiva y contínuamente ocupada, sin espacios de reflexión (y para el creyente, de oración) que promuevan un crecimiento interior, se empobrece.  A nivel de pareja, ese mismo exceso de ocupación que no permite espacios para renovar (incluso en el silencio) el ser uno en el otro, provoca la pérdida de aquellas huellas más delicadas que señalan el camino hecho juntos, la vida que se integra en una... ¡puede provocar incluso la pérdida de la identidad de pareja!

En un mundo orientado al consumo, donde hasta la dimensión espiritual de la vida es cosificada, el estar ocupado sin un sentido puede convertirse en tentación de encerrarnos en nuestro mundo de deseos, disfrutes, egoísmos, preocupaciones o sufrimientos impenetrables.  ¿Y qué decir de la pareja?  Desde esa torre de marfil personal es bien difícil construir la comunión de almas que hace de la experiencia de casados una capaz de orientarse hacia el bien, aún en medio de los peores ajetreos de la vida.                                       
Hemos hablado de una vida excesivamente ocupada, pero... ¿y qué decir de una vida excesivamente preocupada?  En nuestra próxima entrada al blog hablaremos un poco de esto.

19 jul 2013

Aquellos "juegos mentales" que nos mantienen detenidos

Hablábamos en nuestra anterior entrada de esa incomodidad o melancolía generalizada en la vida, que pudiera ser manifestación de la ausencia de una búsqueda de crecimiento personal o de un estancamiento en esta búsqueda.  A su vez vimos algunas manifestaciones de esta realidad en la vida de pareja.  Nos propusimos un primer ejercicio para cuestionarnos cómo estamos viviendo.  Este primer ejercicio comenzaba con la pregunta, ¿cómo estoy usando mi tiempo?

Ahora, nos proponemos un segundo ejercicio de evaluación que comienza con otra pregunta: ¿puedes identificar algún “juego mental” mediante el cual te engañas para no comprometerte con una vida de crecimiento personal?  Para que te contestes esta pregunta te sugiero que puedas confrontarte, con honestidad, si en efecto alguna (o varias) de las siguientes afirmaciones representan para tí algún “juego mental” en el que estás inmerso(a) y que te impide tomar una ruta de crecimiento personal:

1.       “Para qué hablar de mis inquietudes, anhelos y preocupaciones personales si nadie me va a entender.”

Siempre me sorprendo cómo, cada vez que supero mis reservas e inclinaciones a no exponerme y comparto un sentimiento personal, la respuesta que recibo suele ser de empatía, identificación o solidaridad: “a mí también me ha ocurrido como a tí”, “yo también me he sentido así”, “lo que compartes me ayuda también a mí”.  Aquí la clave es identificar a alguien que sea honesto(a) y tenga la madurez y sabiduría para la escucha.  En el fondo, tú sabes que conoces, no sólo a una, sino a varias personas así... entonces, ¡da el primer paso!

2.       “Si todo está bien, ¿por qué buscar ayuda ahora?

Si hay algo que diferencia a una persona efectiva de alguien que no lo es, es su capacidad para allegarse recursos, en todo momento, por medio de la colaboración y ayuda.  “No esperes que un hombre muera para saber que todo corre peligro”, dice Joan Manuel Serrat.  En nuestro caso decimos, no esperes  a que una preocupación personal se convierta en problema para entonces exteriorizarla.  Una buena conversación abierta, con alguien capaz de ayudarte, te puede llevar a identificar esas áreas de crecimiento que tú no quieres que se conviertan en el futuro en un problema para tí y tu relación de pareja.

3.       “No tengo tiempo para dedicarlo a estas cosas ‘soft’”

En lo profundo sabes que ni son “soft” ni careces de tiempo para atenderlas.  A manera de comparación, es bueno saber que hace mucho tiempo las organizaciones de avanzada han superado ese menosprecio por las destrezas y capacidades que por tanto tiempo llamaron “soft” y de poca importancia.  Resulta que lo “soft” ha sido redescubierto como crítico para el liderazgo organizacional.  Me parece que, a nivel de pareja, debe ser también superado, sobre todo por el varón, ese menosprecio por las cosas pequeñas, no urgentes, pero extremadamente importantes.  Con respecto a la falta de tiempo, son muchas las ayudas disponibles para mejorar las destrezas de organización personal.  Utilízalas.  Si hay algo verdaderamente democrático en la vida es el tiempo: ¡veinticuatro horas para todos (ni más ni menos)!  Sin embargo, ¡qué diferencia enorme hacen 24 horas en manos de una persona eficiente, efectiva e íntegra, versus una que no reúne estas cualidades!  De todas maneras, te invito a que revises lo reflexionado en la anterior entrada a este blog, relacionado al tiempo.

4.       “Me basta con saberme amado(a) por mi pareja.”

Uhmmmm...  Siento tener que repetirlo una vez más: tu relación de pareja no podrá darte aquello que te toca sólo a tí procurarte.  Una cosa es el perdón incondicional y la complementaridad de dones que cada cual debe aportar en la relación de pareja.  Otra cosa es la exigencia de comprensión y el depender que el otro haga la parte que sólo a tí te toca.  Pero sobre esto digamos algo más, particularmente dirigido a los esposos.

Con alguna fecuencia observo cómo, el esposo, suele injustamente depender de su esposa para que sea ella la responsable única del bienestar afectivo de la relación.  No sé si es un rasgo más de nuestros países latinos, pero es una tentación observable esta pasividad del esposo a la hora de alimentar los espacios afectivos, de conversación, de comunicación de ternura e intercambio de emociones en la relación de pareja.  Si bien es cierto que este rasgo es quizás una manifestación del tradicional machismo, les confieso que no me da mucho optimismo los acercamientos de ciertos sectores, dentro de las nuevas generaciones de varones, en los cuales con frecuencia se confunde intercambio emocional y afectivo con exceso de “zalamería” y falta de identificación viril.

Sea por una cosa u otra, la dificultad sigue ahí: no puedes depender esposo, de tu esposa, para la alimentación emocional de la relación.  Menos aún, no es posible que delegues en tu esposa tu crecimiento emocional.  Un poco esa delegación se deja entrever detrás de esta engañosa afirmación:  “me basta con saberme amado(a) por mi pareja”.  Un reto grande que enfrenta la relación de esposos hoy es el cómo lograr que tú, esposo, tomes las riendas de tu crecimiento personal, intelectivo, volitivo y espiritual.  Entender que no basta con invitar a cenar a tu esposa para que se genere ese ambiente relacional robusto, capaz de provocar que salga lo mejor de ambos, desde la profundidad de sus emociones, pasiones y de la voluntad de amar.

A pesar de lo dicho sobre el esposo en estos dos últimos párrafos, la pregunta inicial sigue en pie para ambos (esposo y esposa):  ¿puedes identificar en ti algún “juego mental” que impide comprometerte con tu crecimiento personal?  Si no es así, ¿cuál es el paso próximo que vas a dar?  ¿Cómo te vas a comprometer?  ¿Qué tiempo le vas a dedicar a esta tarea impostergable en la que eres insustituíble?

Si aún no estás convencido(a), vale que sigamos hablando (en una próxima entrada al blog) sobre cómo se manifiesta en la relación de pareja una vida de crecimiento personal estancada y conformista. 

3 jul 2013

El amor esponsal que se nutre del crecimiento personal

En otros momentos lo hemos dicho aquí.  Ahora lo quiero repetir como introducción a una nueva reflexión sobre la vida de casados que quiero compartirles.  Es una mentira (que por cierto puede transformarse en una muy dolorosa) pensar que el matrimonio da la felicidad plena.  En anteriores entradas al blog he elaborado sobre esto.  Pero en esta ocasión, quiero subrayar un peligro detrás de esta desvirtuada afirmación.  Peligro que consiste en abandonar el camino personal de crecimiento humano – espiritual, porque en última instancia la fuente total de mi felicidad ya la encontré en mi matrimonio.   

¿Qué significa abandonar el camino de crecimiento humano – espiritual?  O veámoslo así, ¿qué signos acompañan una vida no alimentada en sus dimensiones humana y espiritual?  Me propongo en ésta y las próximas entradas al blog compartirles algunas ideas al respecto con la esperanza de que algunos(as) se animen a iniciar un camino de crecimiento personal lo suficientemente serio como para que alimente de manera sólida su vida de pareja.  Para esto quiero tomar prestadas algunas ideas del ya fallecido Henri Nouwen, sacerdote y maestro espiritual.  Al hacerlo es mi intención, a la luz de mi pobre experiencia, compartir reflexiones sobre cómo se refleja la ausencia o presencia de un camino de crecimiento personal en la vida de pareja.

Comencemos planteándonos lo siguiente.  Muchas personas viven su experiencia diaria y rutinaria acompañada de un profundo y constante sentimiento de descontento.  Descontento que instintivamente se asocia con un abandono personal de las “cosas del espíritu”.  Es un descontento que en lo profundo te habla de la necesidad de cultivar el espíritu.  Sin comprender bien cómo atender esa “hambre” espiritual, poco a poco vamos sumergiéndonos en una melancolía generalizada.  No es de extrañar que con el tiempo esa melancolía generalizada comiences a relacionarla con tu esposo(a).  Frases como “ya no me llena esta relación”, “ya no me siento como antes con él/ella”, pudieran ser dichas como expresión de una insatisfacción que poco tiene que ver con tu esposo(a) y sí mucho con tu insatisfacción general con la vida.  Sobre todo, insatisfacción en lo referente a cómo vas respondiendo a tus motivos y necesidades profundas (intelectivas, emocionales, del carácter y del espíritu).  Si la tentación no es vencida y la confusión no es aclarada, pudiera ser el inicio de una distancia que termine en separación, con la esperanza de reencontrar en un nuevo camino, con una nueva persona, aquella motivación y aquel estímulo que sólo tiene que ver contigo y tu flojera de espiritu.  Así, la tentación de estar siempre comenzando, engañado(a) por la ilusión del inicio, mantiene a muchos(as) en el inútil esfuerzo de subir entusiasmados(as) por la escalera de la felicidad en el amor de pareja, para darse cuenta, al llegar arriba, que la escalera estaba apoyada en la pared equivocada.  La pared correcta y el camino correcto siguen siendo tu crecimiento personal, humano y espiritual.

Un primer paso es confrontar esa melancolía y descontento generalizado, dando una mirada crítica a cómo estás conduciendo tu vida.  Esto requiere una “brutal” dosis de honestidad y valentía para que no se convierta en un ejercicio inútil de esos que solemos hacer al final de cada año.  Para esto te propongo un primer punto concreto de inicio.

¿En qué ocupas tu tiempo?  ¿Estas conciente de aquello que ocupa tu tiempo?  Una mirada honesta a tu día y semana te pueden revelar la verdad de aquellas preocupaciones reales (no ilusorias) que dominan tu vida.  Preocupaciones que te “gritan” de frente a qué verdaderamente estás dándole prioridad.  Cuán importante es para tí alimentar tu mente, tus emociones, tu carácter y espíritu.  ¿Cuántos “ladrones” del tiempo has dejado entrar a tu vida que te distraen, te entretienen o te “ayudan” a descargar tu ansiedad de aceptación y de sentirte valorizado(a)?

Una tentación aquí, sobre todo para la pareja joven, es la de llenar su tiempo de salidas recreativas, cenas y todo aquel entretenimiento que pertenece al mundo compartido de la pareja.  Evidentemente, visto de manera ligera, no hay nada malo en esto.  Pero, ¿has pensado en el tiempo personal que cada cual necesita para dedicarlo a promover su crecimiento?  ¿Lees?  ¿Qué lees?  ¿Cultivas tu espíritu?  ¿Rezas, reflexionas?  ¿Te cuestionas cada día con cuanta honestidad lo viviste, en qué fallaste, en qué momento no fuíste fiel a tus valores?  Si practicas la fe cristiana, ¿lees la Biblia, la meditas, permites que la Palabra te hable al corazón?  ¿Procuras la práctica de las virtudes en tus decisiones de todos los días?  ¿Eres fiel a tus decisiones?  ¿Con demasiada fecuencia las pasiones ofuscan tu claridad mental y tu opción por lo bueno y bello?  ¿Cuál fue la última opción radical que tomaste para arriesgar en el camino de fidelidad a tus valores, a tus opciones de bien?  ¿Te preocupas por y cultivas la idea de dejar un legado de bien?  ¿Cuál es en concreto ese legado?  ¿Procuras estar atento(a) a las necesidades afectivas de tu pareja por encima de cualquier otra relación?  ¿Has identificado a alguien con la capacidad de acompañar tu camino de crecimiento personal?  

Si tu uso del tiempo no revela prioridades que te lleven a crecer a nivel personal, el gusto de estar con tu pareja, irremediablemente irá menguando, pues cada vez tendrás menos novedad creativa que ofrecer en tu relación.  Por ende, también decrecerá la novedad creativa que recibas.  Esposo(a), en este mundo infantil y hostil, se hace cada vez más necesario que asumas el compromiso contigo de alimentar tu crecimiento personal.  Sólo así irás entendiendo que ese compromiso te llevará a tender hacia tu esposo(a), dedicando espacios de formación y crecimiento juntos.  Así verás nacer el hambre de querer crecer juntos. 

En las próximas entradas continuaremos hablando sobre cómo se manifiesta una vida personal sin crecimiento y sus repercusiones en la vida de pareja.  El amor de pareja es don mutuo, pero si no cultivas tu don, ¿qué vas a ofrecer en este intercambio creativo e inagotable que es el amor esponsal?