Seguimos
aún hablando sobre el coraje como emoción y su efecto en la vida de
pareja. Ese coraje, enojo... esa ira que
llega como resultado de sentirte injustamente tratado(a) por tu pareja. En esta entrada quisiera limitarme a
compartirles algo que hace unos cuantos años leí y que recuerdo con mucha simpatía. Siempre me ha parecido una manera muy original
y clara para ayudar a entender, por constrate, la reacción adecuada o
inadecuada que podemos tener ante una situación de conflicto. Aún cuando no fue escrito específicamente en
el contexto de la relación de pareja, me parece que su aplicación al mismo es
más que evidente.
Aún cuando el tema es delicado, no se inhibió el autor de dejar escapar su sentido del humor para subrayar los errores tan absurdos que muchas veces cometemos cuando manejamos mal nuestro coraje. Aquí, en la siguiente tabla, les comparto estas ideas*.
¿Cómo reaccionas cuando sientes coraje en medio de
una discusión...?
|
|
Reacción saludable
|
Reacción
no saludable
|
Toma conciencia de tu emoción.
Olvida por un momento la discusión y presta atención a tu reacción emocional. Pregúntate: ¿qué estoy sintiendo? ¿Turbación (porque sus argumentos son
mejores)? ¿Miedo (porque él/ella está
enfadándose)? ¿Superioridad (porque
vas ganando y sabes que él/ella se siente en desventaja?)
|
Ignora tu reacción
emocional. Al fin y al cabo no tiene que ver nada con
la discusión. O mejor aún (si deseas
cometer el mayor de los errores), convéncete de que no te estás alterando en
lo absoluto. Si estás sudando,
repítete una y otra vez que es por culpa del calor. Procura retener la ira en la boca de tu
estómago, donde tu mente no puede advertirla.
A fin de cuentas, el sentir emociones durante una discusión intelectual es indigno de tí....
|
Reconoce tu emoción. Concéntrate
plenamente en la emoción. Examínala
detenidamente, a fin de que puedas identificarla. Intenta calcular también su
intensidad. Puede que sea ira, ¡y de
muy alto voltaje!
|
Sigue negando tus
emociones. Dí a ti mismo(a) y a los demás, “¡pero si
yo no estoy enojado(a)!” Te será más
fácil ignorar las emociones si mantienes tu mente fija en la discusión. No dejes que tus emociones te
distraigan. Más tarde, cuando tu
propio estómago te diga que eres un(a) mentiroso(a), puedes tomarte una “Alka
Seltzer”.
|
Investiga tu emoción. Si realmente
quieres descubrir cosas acerca de ti, pregúntale a tu ira cómo ha llegado
hasta allí y de dónde viene. Rastrea
el origen de tu emoción. No se trata
de descubrir todo el “árbol genealógico” de tu actual emoción, pero quizás
vislumbres un complejo de inferioridad que nunca habías reconocido, por
ejemplo.
|
Sigue buscando en
tu mente argumentos contundentes. El que sea
más listo y brillante, “se lleva el gato al agua”. Se trata estrictamente de ganar o
perder. Mantén tu mente en la discusión
y no dejes de “buscar la yugular”.
|
Haz explícita tu emoción.
Ahora limítate a los hechos. Ni
interpretaciones ni juicios. “Vamos a
calmarnos un minuto. Estoy exaltándome
demasiado y estoy empezando a decir cosas que en realidad no quisiera decir.”
Es muy importante no acusar ni juzgar
en estos momentos. No le digas que
estás así de enfadado(a) por su culpa.
No le culpes a él/ella, ni siquiera para tus adentros.
|
Si pierdes por
completo la calma y comienzas a ponerte incoherente, ¡échale la culpa a
él/ella! Asegúrate de incluir algún defecto en tu
acusación. Dile, por ejemplo, “¡no se
puede discutir nada contigo!” “¡Eres siempre
tan arrogante, prepotente...!” “¡Nunca
escuchas!” (generalizaciones de este tipo siempre son útiles)
|
Integra tu emoción. Después de
haber escuchado, cuestionado y hecho explícita tu emoción, deja ahora que tu
mente juzgue lo que conviene hacer y permite que tu voluntad lo ejecute. Puedes decir, por ejemplo: “Vamos a empezar
de nuevo. Creo que te he escuchado con
una actitud demasiado defensiva. Me
gustaría intentarlo otra vez.”
|
Como no has
reconocido tu emoción, ¡no tienes nada que aprender de ella!
Mucho menos tienes que integrarla.
Sin embargo, las emociones reprimidas suelen jugar malas pasadas, de
manera que retírate dejando la impresión de estar bien ofendido(a). Tómate un par de aspirinas... Sigue dándole vueltas al asunto y
convenciéndote de lo terco(a) y poco razonable que ha sido él/ella.
|
(*John
Powell, 1997 -adaptado-).
¿Qué
te parece esa columna de la izquierda? ¿En
algún momento de discusión has intentado lo que propone? Puede que a alguno(a) le parezca muy difícil
de aplicar. En efecto, pudiera serlo. Sin embargo, existe mucha
evidencia que sustenta que es posible reprogramarnos en nuestras maneras de
reaccionar emocionalmente. En gran
medida, en esto consiste el acompañamiento que un tercero (como sería el caso
de un coach) puede dar a una pareja que necesita ayuda en su comunicación. Sea porque el contenido de su comunicación es
limitado o poco respetuoso. O sea porque
la manera de comunicarse bloquea la fluidez y expresión de los sentimientos. La idea no es imponernos la perfección como meta en nuestra manera de obrar. Pero sí tener herramientas que nos ayuden a amar con más paciencia y disposición... ¡precisamente porque no somos perfectos!
Como
ya lo están haciendo algunos(as) al presente, te invito a que te comuniques y
nos dejes saber tus reacciones al contenido de este blog o si deseas que
conversemos sobre alguna de las ideas aquí traídas. Puedes hacerlo a nuestro e-mail:
angelg.coaching@gmail.com