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23 ene 2013

El enojo tiene mucho que enseñarme... ¡de mí!


Seguimos aún hablando sobre el coraje como emoción y su efecto en la vida de pareja.  Ese coraje, enojo... esa ira que llega como resultado de sentirte injustamente tratado(a) por tu pareja.  En esta entrada quisiera limitarme a compartirles algo que hace unos cuantos años leí y que recuerdo con mucha simpatía.  Siempre me ha parecido una manera muy original y clara para ayudar a entender, por constrate, la reacción adecuada o inadecuada que podemos tener ante una situación de conflicto.  Aún cuando no fue escrito específicamente en el contexto de la relación de pareja, me parece que su aplicación al mismo es más que evidente.

Aún cuando el tema es delicado, no se inhibió el autor de dejar escapar su sentido del humor para subrayar los errores tan absurdos que muchas veces cometemos cuando manejamos mal nuestro coraje.  Aquí, en la siguiente tabla, les comparto estas ideas*.  
   
¿Cómo reaccionas cuando sientes coraje en medio de una discusión...?
Reacción saludable
Reacción no saludable
Toma conciencia de tu emoción.  Olvida por un momento la discusión y presta atención a tu reacción emocional.  Pregúntate: ¿qué estoy sintiendo? ¿Turbación (porque sus argumentos son mejores)?  ¿Miedo (porque él/ella está enfadándose)?  ¿Superioridad (porque vas ganando y sabes que él/ella se siente en desventaja?)

Ignora tu reacción emocional.  Al fin y al cabo no tiene que ver nada con la discusión.  O mejor aún (si deseas cometer el mayor de los errores), convéncete de que no te estás alterando en lo absoluto.  Si estás sudando, repítete una y otra vez que es por culpa del calor.  Procura retener la ira en la boca de tu estómago, donde tu mente no puede advertirla.  A fin de cuentas, el sentir emociones durante una discusión intelectual es indigno de tí....

Reconoce tu emoción.  Concéntrate plenamente en la emoción.  Examínala detenidamente, a fin de que puedas identificarla.  Intenta calcular también su intensidad.  Puede que sea ira, ¡y de muy alto voltaje!
Sigue negando tus emociones.  Dí a ti mismo(a) y a los demás, “¡pero si yo no estoy enojado(a)!”  Te será más fácil ignorar las emociones si mantienes tu mente fija en la discusión.  No dejes que tus emociones te distraigan.  Más tarde, cuando tu propio estómago te diga que eres un(a) mentiroso(a), puedes tomarte una “Alka Seltzer”.

Investiga tu emoción.  Si realmente quieres descubrir cosas acerca de ti, pregúntale a tu ira cómo ha llegado hasta allí y de dónde viene.  Rastrea el origen de tu emoción.  No se trata de descubrir todo el “árbol genealógico” de tu actual emoción, pero quizás vislumbres un complejo de inferioridad que nunca habías reconocido, por ejemplo. 

Sigue buscando en tu mente argumentos contundentes.  El que sea más listo y brillante, “se lleva el gato al agua”.  Se trata estrictamente de ganar o perder.  Mantén tu mente en la discusión y no dejes de “buscar la yugular”.
Haz explícita tu emoción.  Ahora limítate a los hechos.  Ni interpretaciones ni juicios.  “Vamos a calmarnos un minuto.  Estoy exaltándome demasiado y estoy empezando a decir cosas que en realidad no quisiera decir.”  Es muy importante no acusar ni juzgar en estos momentos.  No le digas que estás así de enfadado(a) por su culpa.  No le culpes a él/ella, ni siquiera para tus adentros.

Si pierdes por completo la calma y comienzas a ponerte incoherente, ¡échale la culpa a él/ella!  Asegúrate de incluir algún defecto en tu acusación.  Dile, por ejemplo, “¡no se puede discutir nada contigo!”  “¡Eres siempre tan arrogante, prepotente...!”  “¡Nunca escuchas!” (generalizaciones de este tipo siempre son útiles)
Integra tu emoción.  Después de haber escuchado, cuestionado y hecho explícita tu emoción, deja ahora que tu mente juzgue lo que conviene hacer y permite que tu voluntad lo ejecute.  Puedes decir, por ejemplo: “Vamos a empezar de nuevo.  Creo que te he escuchado con una actitud demasiado defensiva.  Me gustaría intentarlo otra vez.”  
Como no has reconocido tu emoción, ¡no tienes nada que aprender de ella!  Mucho menos tienes que integrarla.  Sin embargo, las emociones reprimidas suelen jugar malas pasadas, de manera que retírate dejando la impresión de estar bien ofendido(a).  Tómate un par de aspirinas...  Sigue dándole vueltas al asunto y convenciéndote de lo terco(a) y poco razonable que ha sido él/ella.
(*John Powell, 1997 -adaptado-). 

¿Qué te parece esa columna de la izquierda?  ¿En algún momento de discusión has intentado lo que propone?  Puede que a alguno(a) le parezca muy difícil de aplicar.  En efecto, pudiera serlo.  Sin embargo, existe mucha evidencia que sustenta que es posible reprogramarnos en nuestras maneras de reaccionar emocionalmente.  En gran medida, en esto consiste el acompañamiento que un tercero (como sería el caso de un coach) puede dar a una pareja que necesita ayuda en su comunicación.  Sea porque el contenido de su comunicación es limitado o poco respetuoso.  O sea porque la manera de comunicarse bloquea la fluidez y expresión de los sentimientos.  La idea no es imponernos la perfección como meta en nuestra manera de obrar.  Pero sí tener herramientas que nos ayuden a amar con más paciencia y disposición... ¡precisamente porque no somos perfectos!

Como ya lo están haciendo algunos(as) al presente, te invito a que te comuniques y nos dejes saber tus reacciones al contenido de este blog o si deseas que conversemos sobre alguna de las ideas aquí traídas.  Puedes hacerlo a nuestro e-mail: angelg.coaching@gmail.com      

12 ene 2013

¡Este coraje que me ciega!


Quienes hayan hecho este recorrido conmigo sobre cómo el mundo emocional personal afecta la relación de pareja, posiblemente se esté cuestionando cómo es posible que hayamos dejado de lado una emoción que es tan importante.  No podemos afirmar que es la emoción que más negativamente impacta la relación de pareja.  Quizás para algunos sí lo sea.  Pero en definitiva, la ira, el enojo, la furia o el simple enfado es una emoción que se vive con alguna frecuencia en la vida de pareja y que impacta su calidad, fluidez y profundidad.  Y digo esto porque difícilmente puede crecer en calidad y profundidad una relación de pareja entre continuas luchas y descargas de coraje del uno hacia el otro.  Pero lo digo además porque cada enfado y coraje, bien vivido, puede ser ocasión propicia y privilegiada para que la pareja madure su manera de comunicarse y sobre todo, su compromiso de expresarse y acogerse también a nivel emocional... no sólo a nivel racional o espiritual.

Demos una primera mirada al origen del enojo o la ira.  Siguiendo el recorrido que hasta ahora hemos hecho con las otras emociones que hemos visto aquí, digamos que el pensamiento que suele desencadenar el sentimiento de la ira es la percepción, certeza o convicción de haber sido tratado(a) con INJUSTICIA.  Pregúntate, esposo(a), si las veces en que te has sentido enojado(a), enfadado(a), irritado(a) o molesto(a) con tu esposo(a) no ha sido porque te has sentido injustamente tratado(a).

Y aquí entra toda una gama de pequeñas o grandes injusticias percibidas:

·         No me ayudas con los quehaceres del hogar
·         Gastas más dinero de lo que me parece razonable
·         Decides asuntos importantes sin contar conmigo
·         No asumes el mismo nivel de responsabilidad que asumo yo con los hijos

Pero también pueden ser injusticias percibidas de una manera más sutil:

·         No eres tan delicado(a) conmigo como lo soy contigo
·         No demuestras la misma disponibilidad que te demuestro yo para la intimidad
·         No me dedicas el mismo tiempo de escucha que te dedico yo
·         Respondes con más premura a las necesidades de tus padres que a las mías

Fíjate que detrás de todo enojo hay una percepción de injusticia.  Una valoración que haces que te lleva a concluir que, en el balance de esfuerzos, atenciones, decisiones tomadas o prioridades atendidas, no hay equilibrio.  Sientes que estás perdiendo más de lo que ganas... o de lo que estás dispuesto(a) a perder... o de lo que te reconoces capaz de aguantar.  Esto explica en gran medida porqué es tan difícil dialogar en medio de un enojo mutuo en la pareja, cuando ambos están seguros de reclamar ser el(la) más injustamente tratado(a).  Esto explica muchas de las expresiones que uno suele usar con la pareja cuando está enojado(a), con coraje o (por qué no decirlo), lleno de ira.  

Miremos las siguientes expresiones, en qué suele consistir la percepción de injusticia en cada una de ellas y algunas preguntas que bien pudieran ayudarte a mirar con una perspectiva más amplia tu coraje:

Expresión
Sentimiento de injusticia
Pregúntate si...
¡Contigo no se puede hablar!
(Eres injusto porque no me escuchas.)
¿Escuchaste tú primero?  Cuando escuchamos primero, sosegadamente, asumimos la emoción del otro y estamos en mejor condición de liberarlo(a) del coraje (damos aire sicológico).

¡Para qué te voy a decir las cosas si como quiera te vas a enojar!
(En mis discusiones contigo siempre pierdo y no es justo que sea así.)
¿Has estado dispuesto(a) antes a “perder”... aunque sea una sola vez?, ¿o el orgullo te lo impide?, ¿estas dispuesto(a) a aceptar que tu error pudo haber causado una situación de injusticia hacia tu cónyuge?

¡Claro, como tú no eres quien resuelve las necesidades de los niños! (Podemos sustituir aquí “los niños” por cualquier otra realidad de la vida de pareja: cocinar, trabajar, atender a un padre enfermo, soportar a un jefe incompetente, etc.)
(Me siento solo(a) atendiendo esta situación... no puedo contar contigo y no es justo.)
¿Has conversado con tu esposo(a) sobre cómo te sientes ante esta situación?, ¿le has pedido su colaboración?, ¿le has dicho cómo puede ayudarte?  Estas sugerencias puedes aplicarlas, pero cuando estés sosegado(a).  En medio de un enojo pudieran ser ocasión para aumentar el coraje.   
     
La ira es una de las emociones más dañinas en la vida de pareja.  Pero a su vez, existen muchas modalidades de comportamientos que ayudan a manejarla de manera saludable y creativa.

Claro, lo primero que hay que maduramente aceptar es que no nos vamos a deshacer totalmente de ella.  La ira es una emoción desarrollada como respuesta, en el ser humano, a través de millones de años.  Tiene una gran importancia como instinto de supervivencia y como fuerza de empuje ante los obstáculos que se presentan en la vida.  Como toda emoción, no puede ser valorada únicamente desde el punto de vista negativo.  De hecho, no vivimos en un mundo perfecto carente de injusticias.  La vida de pareja, con mucha frecuencia, se nos presenta llena de injusticias reales (no percibidas).  La ira bien enfocada y vivida es oportunidad para sacar las fuerzas que nos permiten llamar a las injusticias por su nombre e invitar a la pareja a vivir en un nivel mayor de atención y generosidad.  Confrontar la ira con más ira puede ser muy dañino para la relación de esposos.  Pero también lo puede ser el no tener el coraje de “llamar las cosas por su nombre” y no dejarle saber a nuestro(a) esposo(a) aquellos sentimientos de molestia que tenemos y que legítimamente nos parecen creados por una real injusticia en la relación. 

La vida de casados es compleja y llena de sensibilidades mutuas que se tocan constantemente.  Aceptar esta realidad es un paso imprescindible para continuar perseverando en ella y apostando a que el amor todo lo puede, todo lo alcanza y todo lo transforma. 

En unas próximas entradas continuaremos hablando sobre el origen y manejo del coraje en la relación de esposos.