Translate

30 may 2013

¡De momento te descubro diferente!

Esta es quizás una de las verdades más consoladoras que pueden decirse sobre el matrimonio.  Claro, consoladora para aquel(la) que, con defectos y virtudes, confía en su capacidad de amar.  No obstante, verdad amenazante para quien vive el matrimonio como fusión de personalidades o dominio del otro(a).  Me refiero a la verdad del matrimonio como complementaridad de diferencias. 

Contrario a esto, es muy común en estos días pensar que un buen matrimonio depende de que haya una perfecta afinidad de caracteres: tener los mismos gustos, temperamentos que no choquen mucho, afinidades con respecto al entretenimiento, etc.  En fin, que mi pareja tenga más o menos mi misma personalidad parece ser el ideal, o al menos una gran ilusión, en un mundo que realza la adolescencia como ideal a conservar en la vida.

Como pensamiento adolescente, esta convicción o anhelo parece obedecer a una visión del matrimonio como espacio de autoprotección, lugar donde no debe haber necesidad de esfuerzos para comprendernos y acogernos en la diversidad.  Pienso en tantos adultos jóvenes (entre 30 a 35 años aproximadamente) que luego de una primera etapa relativamente estable de matrimonio comienzan a experimentar el cansancio de tener que comprender y abrazar lo diverso, lo retante de el(la) otro(a).  El reto de acoger aquellas diferencias que siempre estuvieron allí, pero que permanecían invisibles a los ojos del “adolescente” enamorado.  No con poca frecuencia, dominados por este pensamiento adolescente, la ilusión de encontrar a otro(a) con quien me pueda fundir sin esfuerzo, se convierte en tentación de divorcio para muchos(as).  En el fondo, esta actitud refleja un miedo a las diferencias, miedo a la conversación profunda que pudiera dejar aflorar diversidades.  Miedo a las discusiones que desencantan al aún adolescente trasnochado y enamorado.  En resumen, miedo a vivir la libertad de amar sin dominar.

Es curioso pero, desde el punto de vista sicológico y social, la aceptación de lo diverso históricamente ha sido asociado con fortaleza, civilización, uso de la razón sobre la fuerza y la imposición, tolerancia y apertura a la vida en todas sus manifestaciones.  Digo esto porque precisamente estas son características hoy cuestionadas en nuestras sociedades más propensas a la “omnipotencia” de la eterna adolescencia.  Inclinadas a vivir una adultez más parecida a la unipolaridad del infante en la relación con su madre, que a la libertad del que sale de sí para encontrarse con quien es diverso y donarse a él.  Sobre esto es preciso decir que es contradictorio aquel reclamo de respeto a la diversidad hecho por aquellos(as) que temen o pretenden negar la primera de las diversidades irrenunciables (dada por la naturaleza misma): la diversidad de ser hombre o mujer.  Diversidad dada como don por un Dios que es diverso en Sí: tres Personas, tres misiones, en una Unidad perfecta en el amor... no en el miedo o la negación de las diferencias.

Volviendo a la relación de pareja, esposo... esposa, les invito a mirarse y valorarse en su diversidad sicológica, afectiva, física y espiritual.  Si bien es cierto que unos principios básicos (creencias) deben ser compartidos en la pareja como verdades que les unen, no es menos cierto que, en lo referente al carácter, personalidad, temperamentos, gustos, emociones (y algunas cosas más), las diferencias deben invitarles a la comunión y complementaridad.  Huyan de las concepciones cerradas que no aceptan la diversidad irrenunciable de la naturaleza, puesta allí como invitación a la donación.

Les invito a que hagan un ejercicio.  Preparen una lista con varios temas relacionados a características personales.  Por ejemplo:

·         Carácter
·         maneras de expresar las emociones
·         tipo de inteligencia que predomina (racional, emocional, artística, espiritual, etc.)
·         reacción cuando siente enojo
·         cómo reacciona al enojo de el(la) otro(a)
·         aquello que más le avergüenza
·         el mayor miedo en la crianza de los hijos

... entre otros temas que ustedes pueden añadir.  Al lado de la lista haga dos columnas.  En cada columna escriba su nombre y el de su cónyuge.  La idea es poder describir cómo piensas o reaccionas con respecto a estos temas y cómo lo hace tu esposo(a).  Una vez completadas ambas columnas, que puedan sentarse con su esposo(a) y confrontar (dialogar) sus respuestas.  Háganlo y seguramente les espera una larga y bonita conversación con respecto a cuán diversos son y cuanta riqueza añade esa diversidad a su relación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario